Capítulo 9 : Griliam Lionel Ebenezer.

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Mi respiración acelerada y mi corazón bombeando a máxima velocidad, una terrible angustia se apodera de mí. ¿Dónde estoy? —Las paredes del lugar en el que me encontraba se formaron a mí alrededor y tomaron un Color grisáceo, instrumentos médicos en charolas de metal y un piso a cuadros negros y blancos reflejantes apareció debajo de mí, seguido de una cama justo frente a mí... una cama de hospital con sábanas blancas manchadas de carmesí.

Hasta este momento mi cuerpo había sido etéreo no tenía manos ni pies, solo estaba en medio de todo esto, sin un cuerpo; sin embargo, poco a poco, mi cuerpo es materializado. Me encuentro cargando a Elizelia, de nuevo es una bebe recién nacida, y como un reflejo, ya sé que es lo que viene...

Vuelvo a voltear a ver aquella cama de hospital y veo a mi mujer, el amor de mi vida. Me acerco a ella con Elizelia aun en mis brazos.

Frente a mi veo como la fuerza escapa de su cuerpo y sus ojos débiles hacen lo que pueden por mantenerse abiertos. Ella me comienza a recordar todo por lo que vivir, Sé que eso es lo que está haciendo, pues lo recuerdo, sin embargo sus palabras parecían estar codificadas por un filtro acuático, el sonido era lejano he inentendible.

— ¡No me dejes! —Mi voz era apenas audible, aun cuando yo hacia el intento por gritar a todo pulmón.

Una presión me aplasta y un frio mortal me recorre. — ¡No quiero olvidar, no sé cómo vivir sin ti!

—No lo harás amor, ahora tienes algo todavía más importante por lo que vivir. —Al ella decir esto, sabía lo que venía, tenía que salir de aquí. No quería tener que volver a vivir ese momento... ¿volver a vivir?... Esto es un sueño.

Volteo a ver a Elizelia, mi amor y luego a mi hija recién nacida y recuerdo el porqué de su nombre.

Me concentro para escapar de la pesadilla que me atormenta y aquella horrible pesadilla se comienza a alejar.

— ¡Elizelia!... — Me encuentro en mi habitación, una enorme habitación que su tamaño no hace más que recordarme su ausencia al despertar. Mi enorme cama, diseñada para compartirla con Elizelia hace ya muchos años, termino siendo usada solo por mí y el sudor que producía cada que se repetía esta pesadilla. Espero que mi Grito no haya despertado a alguien. El helado sudor resbalando por mi cara y mi pecho hacen que recuerde el sueño.   — Que horrible pesadilla; O más bien, recuerdo... Necesito caminar un poco para calmarme.

Mientras me colocaba mis sandalias de noche y mi suave bata roja que mantenía siempre en un pequeño perchero de metal a un lado de mi cama, Escuche la puerta principal abrirse y cerrarse.

— ¿Que fue eso? ¿Qué hora es? —Me pregunte mientras tomaba un pequeño reloj de bolsillo que usaba siempre conmigo del buro de mármol de un lado de mi cama —Las 3:44 de la madrugada. Me dije a mi mismo, seguido de esto comencé a escuchar risas de fuera de mi habitación y de inmediato reconocí la voz de mi hijo y de su amigo James. Camine hasta la puerta de mi habitación y la abrí, desde el segundo piso de mi casa pude ver a mi hijo y su amigo Tratando de subir las escaleras de madera de caoba pulida hasta las habitaciones. Claramente ebrios y riendo.

¿Debería decir algo? ¿Hacerme notar? al menos me ayudo a despertar de mi pesadilla.

Dejare pasar esta e iré a mi estudio, tal vez un cigarrillo y leer mi correspondencia me tranquilice un poco.

Espere hasta que ambos se fueron a sus respectivas habitaciones; según ellos intentando ser silenciosos, y luego baje las escaleras para dirigirme hasta mi estudio, el lugar que más me gustaba estar en toda la casa.

Prendí una pequeña lámpara eléctrica que se encontraba sobre mi escritorio, me senté en mi cómoda silla y desde ahí admire todo lo que hacía de ese cuarto mi lugar favorito, una alfombra purpura; algo excéntrica para algunos, el papel tapiz de las paredes con su diseño personalizado muestra repetidas letras "E" en compleja escritura cursiva, la chimenea no mostraba el mínimo rastro de ceniza de la última vez que fue encendida a pesar de que la había encendido esa misma tarde. "deberían dejar las cenizas al menos un día para que no parezca un fantasma el que labora aquí" a un lado, varios libreros que tenía repletos de mis novelas favoritas, una pequeña cantina en la esquina a mi izquierda, junto a una gran ventana que se asomaba al jardín; particularmente, a un enorme pino que golpeteaba contra la ventana en los días de lluvia y viento, por último, en el extremo izquierdo, a un lado de la cantina se encontraba un mueble que mande a hacer para guardar mis erebos, tenía espacio para doce erebos bien distanciados unos de otros, pedí especialmente que integraran una luz eléctrica oculta que los alumbrara a todos, de fondo, el mueble tenía un espejo que me parecía que hacia un excelente trabajo duplicando la belleza particular de cada uno de los erebos, los espacios para colocarlos se trataban de cuatro repisas ligeramente inclinadas que también tenían una capa de una tela fina color morado al igual que la alfombra, sobre las repisas se encontraban cuatro agujeros de dos centímetros cada uno, tenía un anillo de metal en los bordes para añadir belleza al mueble. Cada lugar tenía una placa que leía para lo que servían cada uno. Me considero una persona organizada y es por esto; tal vez, que mantengo mis erebos puros; es decir, sin mezclar talentos, o por lo menos estos que tenía frente a mí.

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