Capitulo 24 : Humildad.

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-¿Veinte días por los cuarenta duques? -Pregunto Dante.

-Así es señor. -Contesto el hombre detrás del mostrador.

-¿Qué le parece señorita Elizelia?

-Creo que es perfecto por ahora. -Dijo Eli mirando el lugar sin gestionar ninguna expresión en su rostro.

El lugar a su alrededor se trataba de una vieja posada, cerca del centro de la ciudad, lejos de sus usuales burgueses rumbos. 

-¿Esta segura? porque podemos seguir buscando.

-No. James y Niccolo ya deben de venir de regreso con lo que sea que les haya dado el primo de James para vender,

Dante evadió en ese momento el contacto visual con Eli, bajando la mirada. Niccolo le había dado instrucciones explicitas sobre dejar a Eli al margen, así que entre los tres hombres habían acordado explicarle a Eli que esa mañana la utilizarían para hablar con el primo de James, con la esperanza que él les concediera algo de mercancía a consignación para que ellos fueran capaces de generar un ingreso.

-Además cuando fuimos a la casa del padre James; si es que se le puede llamar así. -Añadió Eli, gestionando una expresión de repudio impropia de ella. -escuchamos a los hombres de gris decir que nos están buscando, será mejor quedarnos en un lugar discreto como este. -Dijo Eli seriamente. 

-Tiene Razón, señorita Elizelia. Este lugar será prudente por ahora.  Sin los hombres de Aquilia protegiéndonos, tenemos que ser discretos.

-Si... -Dijo Eli sin prestar mucha atención. 

Dante se giró de nuevo con el hombre detrás del mostrador y entrego cuatro de los cinco  billetes de diez duques. El hombre los recibió mientras se escarbaba con un pequeño  gancho metálico en la boca para retirarse las sobras de su última comida.

-Bien, todo en orden, aquí están las llaves. -Gruño el hombre, mientras entregaba; sin mucho tacto, las llaves para la habitación a Dante. 

-Gracias, buen hombre. -Contesto Dante sin notar la mala actitud del hombre. -Bien ahora vallamos a la plaza de los fundadores para encontrarnos con Niccolo y James. -Dijo Dante con júbilo, con la intención de contagiarlo aunque sea un poco a Eli.

Eli torció una sonrisa incompleta y añadió. -Vamos. -sin más.

Eli y Dante salieron de la posada por la vieja puerta de madera haciendo sonar la campana amarrada al marco de la puerta.

-Parece que a las personas de esta parte de la ciudad no podría importarles menos lo que sucedió la semana pasada. -Dijo Eli con despecho a Dante mientras ambos caminaban por las transitadas calles del centro de Kentara, en rumbo a la plaza de los fundadores.  Eli observaba a la gente caminar apurada de un lugar a otro, pasando a un lado de ellos. Incluso un par los empujo sin si quiera voltear a disculparse.  

-Existe gente que no  parece ver más  allá de su existencia, la gente no va a desperdiciar su tiempo pensando en lo que le pasa al país, lo único que les importa es mantener su estilo de vida, cuan mediocre sea eso no les importa, porque no conocen nada mejor, su misma ignorancia y conformismo les impide aspirar a una mejor vida. -Explico Dante.

Eli solo bajo la mirada, volviendo a sumergirse en sus pensamientos.

-Aquí estamos, la plaza de los fundadores, se trataba de una explanada circular con cuatro fuentes  en cada uno de los puntos cardinales; las cuales todas se encontraban apagadas. Adornada con arbustos grandes que alguna vez habían gozado del mantenimiento apropiado, sin embargo los jardineros que los atendían a diario habían dejado de ir desde hace diez días, tras el evento ocurrido en la mansión Ebenezer. En el centro de la explanada se encontraba un enorme monumento igual al que se encontraba en la estación de trenes de Kentara, Cinco hombres de bronce, sin rostro, de rodillas, sosteniendo en sus hombros un platillo con una réplica del centro de la ciudad moldeada en acero.

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