Capítulo 4

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Abrí los ojos de golpe y me senté en lo que parecía ser... ¿una cama? Miré a mi alrededor alerta a todo, estaba sola. Levanté la manta rápidamente y me di cuenta de que traía una remera y shorts de hombre y mi ropa interior. Enseguida me invadió el pánico de que ese hombre haya abusado de mí... quisiera saberlo, pero mi cuerpo estaba limpio por mi rápida sanación. Mi corazón latió con fuerza al igual que mi respiración se hizo más pesada por el miedo, mis ojos se llenaron de lágrimas pero un sonido fuera de la habitación me hizo alertar.

Me levanté de la cama tocando el frío piso con los pies descalzos. Miré a mi alrededor por algo que pudiera usar para defenderme, rebusqué entre las cosas hasta que me encontré con una daga extraña en el último cajón de la mesita de noche. Aquella daga parecía susurrar algo... lo agarré y fue como si algo tomara posesión de mi cuerpo. La ira me invadió y solo quería matar al hombre que me ha hecho esto.

Me levanté y salí de la habitación con cautela y apretando el mango de la daga con fuerza, me asomé por los pasillos hasta escucharlo moverse por la sala que conectaba directamente con la cocina, lo vi de espaldas preparando algo, andaba sin remera y eso solo me hizo confirmar que me había hecho algo... pero entonces me oculté cuando caminó hacia el control de la televisión sobre la mesa frente a los sofás y bajó el volumen, volvió a darme la espalda y yo salí para querer enterrar la daga en él.

-¡Huh! -abrí los ojos de par en par cuando se dio vuelta y agarró mi muñeca.

-Suelta eso -exigió con la voz gruesa y profunda, demandaba sobre mí y por poco lo hice.

-¡No! -hice fuerza y quise golpearlo pero él no cedió y me inmovilizó sentándome en el sofá- ¡¿Qué me hiciste?! ¡Te mataré por haberme tocado! ¡Maldito seas!

Él me hizo soltar la daga y la lanzó al suelo lejos de mí, en ese momento la ira desapareció pero sentía miedo y desesperación. Mis ojos volvieron a llenarse de lágrimas que intentaba no dejar salir, mi cuerpo tiembla, intenté empujarlo pero no se movía.

-¡Me haz hecho algo, estoy segura! -sollocé mientras lo empujaba- ¡¿Por qué?! ¡¿Qué me hiciste?! ¡Dilo! Así puedo aborrecerte más.

Aquel hombre me toma por las mejillas y me obliga a mirarlo, sus ojos vuelven a brillar de aquel color intenso pero esta vez no me transmitió tanto terror como lo hizo en el callejón... no... ¿Me calmaba?
Dejé de luchar y él soltó mi rostro, aún mantenía la vista fija en sus ojos hasta que estos se tornaron en un color dorado más apagado.

-¿Mejor? -preguntó, solo pude asentir-. Bien -soltó levantándose y yendo hasta su daga para agarrarla-. No vuelvas a sostener esto, lo digo en serio. No es algo que tu raza pueda soportar.

-¿"Mi... raza"? -lo observé confundida.

Él sonríe de lado y pude ver cuando aquella daga se transformó en un anillo, se lo puso y noté que cerró los ojos y estiró su cuello como si soportara algún poder de aquella daga. Me miró y fue hasta la cocina y regresó segundos después con una taza que dejaba ver una etiqueta colgando de esta, era té.

-Toma esto, te relajará.

Dejó el té sobre la mesa y se sentó en el sofá de en frente con otra taza en la mano, bebió de lo suyo pero yo no confiaba en lo que tenía el mío.

-No tiene nada, de todas formas las drogas ni otras cosas funcionan contigo, ¿no? -comentó.

-¿Cómo sabes eso? -cuestioné agarrando la taza y con cautela tomé un pequeño sorbo.

-Con solo sentir tu poder lo hace obvio -respondió-. Te vuelve... interesante.

-¿Por qué me salvaste? Si sabes de mí, ¿por qué lo haz hecho?

THE ANGEL and THE DEMONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora