44. Su aroma

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Paso un trapo en el suelo, Aradia toma un juguito sentada en una de las sillas, reprendo a la pandilla cuando la molestan, no quiero más problemas, y alzo la vista hacia la barra viendo como el sahumerio que estaba allí, de repente el humo que tenía se le apaga.

—¿Qué extraño? —digo para mí mismo.

Se oye la puerta, pero no entra un guardia, entra una rubia alta con un arma, algún tipo de báculo como en las películas de hechicería. La chica hace una reverencia, entonces alguien más aparece, una mujer flaca, casi escuálida, de cabello oscuro, y es como si se le reconociera en la cara.

Una bruja.

Raro que mi cerebro corto de información mágica lo sepa antes de que pronuncien palabra, extraño pero cierto.

—Humanos —dice la rubia —inclinense ante su magnificencia la Reina Madre.

La mujer mayor se ríe.

—Calipso, no hace falta todavía.

Gente extravagante y creída, ¿No sobran ya en este mundo?

—¿Y ustedes qué quieren? —Apoyo mi trapeador en la pared y me cruzo de brazos —Ni el dueño ni la encargada de este lugar están aquí —refiriéndome a Ace y Xia —así que van a tener que volver en otro momento.

—Quizás tú puedas ayudarme —Camina y agarra el sahumerio que está apagado —alguien está buscándome y rastree una señal, pero se bloqueó, hasta que llegue a este club —Huele el incienso y cierra los ojos —su aroma era... olía a juventud, muerte y rosas.

Suena a Ace.

La brujita levanta la mano.

—¿Y por qué lo buscas?

La mujer que da escalofríos gira su vista hacia ella lentamente, se queda mirándola un segundo y luego camina hasta su cercanía, su dedos largos y finos tocan su mejilla.

—¿Cómo te llamas pequeña?

—A... Aradia —responde acobardándose y desapareciendo su ánimo —¿Por qué?

—Discúlpame, yo que tú no me acerco o la persona que buscas se enojara contigo —Xia llega de repente y aparta la mano de esa extraña mujer.

—¿Tú eres... —La Reina Madre se queda mirándola pero la pelirroja la interrumpe sonriente.

—La que se encarga de este sitio cuando el dueño no está y cómo le dijo el muchacho de allá —Me señala —no se encuentra, así que no podemos ayudarte.

—Sinceramente te confundí con alguien, mil disculpas.

Se ríe.

—Suele pasar.

Vemos cómo se retiran y pregunto confundido.

—¿Qué fue todo eso?

Más allá de los ojos #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora