47. Puedo pagar más

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Mi orgullo de pandillero está herido, no necesito escoltas. Me irrita esta estupidez de Ace ¿No podía ser más molesto de lo que ya es? Al parecer sí. Más aún cuando me trae en su auto.

—No necesito que tu chófer me lleve, puedo caminar —le aclaro.

—Pero si vamos al mismo lugar —refiriendose al club. Baja la vista y agarra un papel del piso del coche —. Buen número —opina y me doy cuenta que es el cheque que me dió Eustacio.

Al parecer se me cayó cuando sus hombres me empujaron a la limusina.

—¡Dame eso! —grito alterado.

—¿Le vendiste tu cuerpo a esa escoria? —dice en un tono de molestia, pero luego sonríe —. Yo puedo pagar más.

—¿Le cambiaste el apodo o me parece a mí? ¿Por qué el mote tan despectivo? —Lo miro desconcertado —¿Para tanto llegan los celos?

—No son celos, es odio —Me da un escalofrío cuando lo dice tan calmado —. No te acerques a ninguna cama con ese tipo ¿de acuerdo? Puedes irte con quién quieras, menos con él.

—Mi vida privada no te incumbe —le aclaro —. Además, no tengo nada con ese imbécil, me sacó el galpón ¿o lo has olvidado?

—Pero lo sigues viendo.

—Porque necesito el dinero.

—¿Qué dinero? —Frunce el ceño pero no me acobardo.

—El que gano en las peleas y no tengo por qué contarte más —Le arrebato el cheque y lo guardo en mi bolsillo —. Quiero bajar, tengo que buscar un banco y cobrar esto rápido.

La conversación se vuelve más tensa.

—Porque puede quitartelo —afirma.

—¡No sé! Pero nunca hay que confiar en un matón de la zona peligrosa.

—¿Y entonces por qué lo has hecho?

—No hay razón para explicarte, ya deja el cuestionario.

—Tarik —Me agarra del brazo y se acerca a mi rostro —me preocupo por ti.

Se detiene un poco la tensión cuando deja de ser severo y se nota el miedo en sus ojos grises.

—No... no hay necesidad —expreso en un tono más bajo.

Su agarre se afloja y se aleja.

—Yo te pagaré.

—¡¿Qué?! ¡No! —Subo la voz —No quiero más deudas contigo, este trabajo no será el mejor del mundo, pero me sirve mientras busco algo más o menos decente.

—Te quitaré las deudas.

Me río.

—Esa no te la crees ni tú —Miro hacia adelante —además no solo te debo a ti.

—Pero puedo ayudarte —Cuando giro mi vista otra vez hacia él, lo tengo en frente, se ha inclinado de nuevo cerca de mí —solo tiene que pedírmelo.

—La manito fuera de mi pierna —Señalo su acción actual —y no voy a acostarme contigo —aclaro sobre sus intenciones.

—Solo bromeaba —Se aleja y mueve la vista para un costado, así al menos puede disimular.

Este tipo no pierde tiempo.

Más allá de los ojos #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora