29, parte 2._ Erradicación.

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Hunter

"— ¿Dónde está papá?"

"—Se fue a trabajar, viene mañana"

"— ¿Por qué no se despidió de mí?"

"— Por andar durmiendo como un flojo, estúpido. Anda para tu cuarto y no salgas al menos que te llame"

Mentira.

Ella no me quería cerca, mucho menos hablando o preguntando..., pero era un niño, era imposible mantenerme callado, así que terminaba con un golpe en la espalda o en las piernas, como mucho en la cabeza. Y con las palabras de confianza de mi papá, supongo que no me quería despertar, o detrás iba ella a hacerlo por él... ¡Delante de él era un amor, cuando él estaba, era un amor!

"— ¡Deja de toser y cállate de una buena vez!"

"— Voy a jugar afuera."

"— Mejor, así no me molestas, tengo que terminar de revisar esto.

"— Mamá..."

"— No me pidas nada"

"— Ok..."

Sin Carl en casa, que pasaba con demasiada constancia por estar de viajes por todo el país o por otros países, mi condición de salud se volvía pésima por la ansiedad, por la falta de alimentación, por la tristeza que muchas veces estuvo ligada a lo que supongo era depresión infantil; mis defensas bajaban o incluso, toda mi enfermedad era psicológica. Debido a eso, Elías o Margot no me negaban el quedarme en su casa, mucho menos cuando pedía quedarme allá entre lágrimas.

Cuando Carl estaba en casa y yo enfermo, sí estaba atento a mí, pero eran muy pocas las veces. Se iba temprano en la mañana y llegaba tarde en la noche, cuando era tan tarde que ya estaba dormido. En las mañanas, casi no lo veía, cuando era hora de despertar, él ya no estaba en casa.

He de suponer que le pedía a Andrea que me cuidara, no creo que no se haya dado cuenta que incluso dormido, comenzaba a toser.

Ese "voy a jugar afuera" se convertía en un "Voy dónde Matías". Cuando volvía, era el regaño y golpes, gritándome: Si te pasa algo, Carl me mata.

Y yo no lo recordaba.

"— Hunter, he tomado la decisión de convertirte a ti en el primer conocedor de esto. Nos vamos a casar.

"— Nos vamos a mudar a la capital, estoy muy feliz."

"— Quería saber si vienes conmigo."

¡Qué mentira más grande! Pudiste haberme dicho: Me voy a mudar a la capital, nos vamos todos. Así podré pasar más tiempo contigo porque estarás cerca de mí y Andrea no se va a tener que quedar cuidándote. No tendré la necesidad de viajar tanto para verte cada comienzo de semana.

Te habrías ahorrado mucho, y seguramente me habrías convencido de aceptar tu modalidad de trabajo... Tal vez alguna pelea con Andrea porque es más que obvio que no ibas a serle fiel a esa mujer viviendo por allá ¡Más que obvio!

Aunque tampoco me interesaba si lo hacías o no.

Me diste, pero no lo suficiente, mucho menos con esfuerzo, o con gran calidez. Me diste pero muy poco, y mucho de nada porque querías ahorrarte discusiones innecesarias... En conclusión: Me diste casi nada, por nada, por avaricia.

Un golpe me da la advertencia de la vuelta a la realidad, de mi situación, de la sangre que corre por mis oídos, de mi nariz quebrada que también sangre, y de mi boca inflamada por todos los golpes que he recibido. En mis brazos, un tirón me es dado por detrás de mi espalda, inmovilizándome por completo; me hacen un amague para tirarme hacia el abismo que hay a mi costado.

Secreto entre lazos: ErradicaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora