Nada mejor que un lunes, que según mi madre, es día de suerte y siempre pueden ocurrir cosas muy buenas. No sé qué le ve de bonito, yo lo he odiado desde que soy capaz de recordarlo. Nadie en su sano juicio podría tomarse con gran actitud, un día laboral, cuando se viene de un fin de semana relajadisimo como el mío. Lo único bueno de iniciar la semana, es que cuando llegue el domingo, seré libre y tomaré mis vacaciones en familia. Mi esposo y yo, hemos decidido dejar a los pequeños en casa de mis padres, por aquello de que estaremos fuera del país un tiempo y así ellos pueden convivir con nuestros hijos. Es por ello que, haciendo uso de un solo auto, los dos les llevamos a casa con ellos. Manuel duerme aún, y hemos de bajarlo cubierto con la colcha para que mi madre lo lleve a la cama. Rose, ella es harina de otro costal, por la noche nos escuchó hablar sobre el plan, y no estoy segura de que haya dormido del todo, porque cuando he ido muy tempranito a su habitación para despertarle, ella estaba en pié buscando que ponerse. Ella nos llena de besos, antes de lanzarse a los brazos de su abuelo, a quien tiene completamente loco. Mi bello amor, en su meta por ser el mejor esposo del mundo —Que lo es ya, claramente— desvía su camino para dejarme en la editorial. Al bajar del auto, me siento extraña, es como si el aire que corre, de pronto me afectase, se me escapa un estornudo. Entro de inmediato a la editorial, saludando a quien pueda encontrarme por el camino, hasta llegar a mi área.—Buenos días, Hannah —le saludo. Veo como busca su agenda, para empezar con su lectura de mis actividades.
—Buenos día, Phoe.
—Antes que nada, y disculpa si soy maleducada, pero necesito un té... Con canela y limón. Te esperaré en la oficina, ¿Si?
—Como tú dispongas, yo estoy para cumplir lo que se me pida. En unos minutos tengo el té para tí, te alcanzo en nada.
Me adentro en la oficina para arreglar las cosas sobre mi escritorio, una vez que tengo la portátil encendida y mis apuntes a un lado, tomo lugar en mi silla. Unos minutos más tarde, Hannah entra con la taza humeante en su mano derecha y la agenda en la izquierda, sonrío cuando le deja frente a mí.
—Aquí tienes, tu té.
—Muchísimas gracias, creo que hoy le necesito como nunca —le digo dando un ligero sorbo. —¿Qué tenemos para hoy?
—A las nueve una reunión con los jefes de área y a las once vendrá la señorita Cruzado para su cita contigo. Y Mabel, ella vino hace unos cuantos minutos para hablar contigo, pero como no estabas, dijo que volvería después.
—Perfecto, avísame cuando sea la hora de la reunión y que nadie me moleste, solo asuntos de urgencia, por favor.
—Bien, te dejo para que continúes con tu trabajo.
Juego con el lápiz en mi manos hasta que cruza la puerta y la cierra, dejándome sola, con un silencio acogedor. Retomo mi labor, dando el último toque a mi escrito, para enviárselo a Braulio. Es una cosa menos en mi lista de pendientes, y me he adelantado un poco a la fecha límite, observo el mensaje de que ha sido enviado y abandono el correo para ponerme a revisar el precontrato del nuevo libro. Me concentro tanto, que el tiempo pasa volando, el teléfono de la oficina suena, respondo casi de inmediato, dejando por un momento mi trabajo en el monitor. Hannah me avisa que la chica escritora ha llegado, le digo que puede dejarla pasar, y que me consiga alguna pastilla para el dolor de cabeza, dejo a un lado todos mis padecimientos y me centro en mostrar mi mejor cara. Le recibo con mi más agradable sonrisa. A simple vista, parece alguien serio, por lo cual deduzco que es apasionada y muy entregada a lo suyo, puede que al final me agrade trabajar con ella. Le indico con la mano que puede sentarse, y así lo hace. En segundos, Hannah interrumpe para darme la pastilla con una botella de agua, para luego salir. Me bebo la pastilla, con la esperanza de que haga efecto rápido y puede continuar mi trabajo en paz.
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TRES ZIMMERMAN PARA UNA GREY (THREE)
FanfictionPhoebe es exitosa en su profesión, más que feliz en su matrimonio, y pese a que Rose llega casi a los cinco años, la pequeña junto a Manuel de nueve meses, le muestran que es una aprendiz eterna de cómo ser una madre. Tres Zimmerman rodean ahora la...