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Es fin de semana, nadie puede estar tan estresada en un día como hoy, sin embargo; yo siento que hay demasiadas cosas por hacer. Doy vueltas y vueltas por toda la cocina, ¡Voy a abrir un jodido hoyo!

—Rose, preciosa. —Mi niña me mira. —Sube con papá y dile que el desayuno y se encuentra listo.

—Sí, mami —me responde, y obedientemente sale de la cocina.

Mis padres regresan de su viaje, y no lo hacen solos, mis suegros y el abuelo Manuel vienen con ellos, y yo, yo siento demasiada emoción, soy como una niña pequeña, la felicidad me embarga.

—Ya estamos aquí —anuncia Paul dejando a Manuel en su silla, después acomoda a Rose en su sitio. —Huele delicioso, mi amor.

—Me han salido unos panqueques fenomenales. —Le respondo. Camina hacia mí, y sé para qué, le doy una palmada en su mano cuando trata de robarse un trozo de mi suculenta preparación. Él pone cara de inocente. —Lávate las manos primero.

Cojo el plato donde he dejado todos los panqueques y los dejo sobre la encimera, para servirle a nuestra hija. Ella se dispone a comer, y aprovecho para dejarle cortados los trozos a Manuel para que coma con las manos, pese a que ya trabajamos con la cuchara, aún no la maneja. Miro a Paul, se ha quedado en el lavabo, sé que sus dolores de cabeza han vuelto, y que son provocados por el estrés al que se está viendo sometido estos días, el trabajo de encontrar al traicionero dentro de la empresa ha sido exhaustivo, según Theodore ya están muy cerca de conseguirlo, y es mi amor quien más carga ha tenido durante el proceso. Que su padre venga a la ciudad, solo le llena de presión. Me acerco a él y le abrazo por la espalda.

— ¿Desayunamos? —Murmuro. —Ayer no cenaste, Paul.

—La búsqueda se ve reducida a dos personas —me dice girando para quedar frente a mí. —Y una de ellas es Vilma, aunque bien podría ser la cómplice de Héctor, el contador.

— ¿Qué?

—También me sorprendí, pero ella ha estado muy misteriosa, y su carta de renuncia la puso la semana pasada. Con lo de la sospecha, le he hecho saber que toda mi investigación ya dió frutos, y que le necesito mientras encuentro a alguien que le sustituya, de unos días a acá, hemos sido muy discretos con el tema. —Deslizo mi mano con suavidad por su barbilla, que ya tiene un vello creciente. —Me aturde pensar que alguien como ella pueda ser la culpable, aunque de ser inocente, igual aceptaré la renuncia, no podría continuar como si nada con ella.

—Cariño, las cosas siempre caen por su propio peso. Si es culpable, lo sabrán, y si no, de todos modos es ella quien quiere irse. ¿Puedes dejar eso por hoy? —le pregunto. —Vamos a pasarlo muy bien con nuestros padres, estaremos casi todos. Por favor, danos uno solo de tus días. —Me mira, me mira. Su mirada viaja a los niños, niega lentamente con la cabeza y me mira otra vez.

—Lo siento, Phoebe. De verdad, lamento el poco tiempo que he podido dedicarles. Sé que los asuntos de la oficina deben quedar allá, pero esto ha sublevado el control que puedo tener sobre ello. ¿Me disculpas?

—Zimmerman, eso es lo de menos. Yo comprendo perfectamente que debes resolverlo, por eso no he dicho nada. Pero necesitas despejar tu mente, y hoy es el día indicado.

—Está bien. —Murmura rodeándome con sus brazos, estrechándome fuerte.

Sonrío al sentir sus labios rozar una y otra vez por debajo de mi oreja. Nos quedamos ahí unos cuantos minutos, es un momento agradable, el único que hemos tenido en muchos días, sus problemas y lo trabajo excesivo por causa del viaje, nos tienen muy jodidos.

—No, Manuel. —Se escucha la voz de Rose.

Ambos giramos, encontrándonos con la cosa más divertida. La pequeña tiene pegada en la frente un trozo de panqueque babeando por Manuel. Ella se ve asqueada. Paul y yo nos miramos, ambos nos echamos a reír, contagiando a nuestra hija. Manuel tiene un gesto en la cara de saber que ha hecho algo malo, pero es totalmente dulce mostrando sus escasos dos dientes. Mi amor se encarga de poner nuestros platos para que podamos desayunar juntos, y yo, yo disfruto de mis dos hijos.

TRES ZIMMERMAN PARA UNA GREY (THREE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora