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Leves roces en mi mejilla me despierta, abro los ojos, y me encuentro a Paul frente a mí, sentado en el pequeño espacio que he dejado en mi lado de la cama, claramente he invadido su lugar toda la noche. Pero no ha sido mi culpa, necesitaba mucho de lo reconfortante de estar entre sus brazos, dormir sola no es lo mismo.

—El desayuno ya está listo, cariño. Es hora de levantarse. —Deposita un beso en mi frente. —Tengo un par de niños que se van a poner la mar de contento al verte.

—Quisiera dormir el día entero. —Le confieso. —Pero me has convencido de levantarme cuando has mencionado a los niños, aunque también el asunto de un delicioso desayuno me es muy tentador.

—Vamos entonces, que el par no debe tardar en estar despiertos. —Tiro el edredón a un lado, él me mira. —Todavía no puedo creer que vayamos a tener otro hijo.

—Es muy real, señor. —Llevo mi mano al vientre. —Estamos al bote y al meado.

—Esas tus expresiones, Phoebe, las he extrañado. —Dice en tono divertido, besa mi frente. — ¿Te preparo un batido especial o prefieres zumo de naranja con mucho hielo?

—El zumo, no imaginas lo mágico que ha estado siendo estos días.

—Un jugo será. —Asegura, acompañado de una enorme sonrisa.

Se pone en pie, y se aleja hasta salir de la habitación.

—Alguien parece estar muy contento, bebé. —Murmuro rozando mi vientre con la yema de mis dedos.

Estoy muy ansiosa porque llegue el momento en que pueda sentir sus movimientos, y con las referencias de sus hermanos, estoy segura de que será muy entretenido. A no ser que este pequeño o pequeña, decida ser bien portado. Abandono la cama y elijo mi ropa antes de entrar al cuarto de baño, quiero tomar una ducha.

Termino de atarme el cabello. Las náuseas ya han empezado a hacer presencia, por lo que me doy prisa para poder irme a la cocina en busca de mi zumo, bien heladito. Cuando estoy lista, dejo todo en orden dentro de la maleta, me he traído solo la más pequeña con artículos de primera necesidad y bastante personales. Esta misma noche debo coger mi vuelo de regreso a México, puesto que la gira termina mañana, y por la tarde debemos viajar con destino a Argentina, pequeño detalle que no he tenido la oportunidad de decirle a Paul, literalmente he venido solo por el cumpleaños de Manuel, aunque también para darle la noticia de una vez, y por supuesto para ver a mi niña, la verdad, las razones para venir son muchísimas más, que la que podría poner para quedarme allá. Dejo mi cepillo en la bolsa, y arreglo mi camisa, ahora sí, listísima. Me dirijo a la puerta con la disposición de salir, pero me detengo en el umbral al ver que la de los niños también se abre. Rose sale, con el cabello desordenado y refregándose los ojos.

—Buenos días, mi corazón. —Murmuro mirándole. Ella reacciona y abre los ojos tanto como es posible, su bonita sonrisa hace aparición.

— ¡Mami! —Grita, y se deja ir de una hasta donde estoy, pese a que me pone feliz verle y añoro sus abrazos, estiro los brazos para evitar que pueda golpearme. Pero cuando le tengo cerca, le abrazo y lleno su rostro con incontables besos. —Te extrañé muchísimo, mami.

—Y yo a ti, mi vida. —Me recompongo cogiendo su mano. —Te adoro, Rose.

—Yo te quiero. —Se detiene antes de que podamos avanzar. —Mami. Manuel está despierto y se hizo pipí.

—Muchas gracias por el aviso, preciosa damita. —Le sonrío. — ¿Me acompañas para ir por él?

—Sí. —Asiente muy sonriente.

Le dejo entrar antes que yo. Nos acercamos a la cuna, y efectivamente, el pequeño está empapado, y ya se remueve incómodo.

—Vamos a cambiarle este pañal a este cochinito. —Cuchicheo cogiéndole en mis brazos. —Hola, jovencito, que guapo está usted. —Sonríe.

TRES ZIMMERMAN PARA UNA GREY (THREE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora