-20-

5.8K 346 28
                                    


La habitación está a oscuras, y hay demasiado silencio. No sé cuánto he dormido, ni soy consciente del tiempo que ha transcurrido. Mi último recuerdo, es el de haber sentido un dolor en mi pecho, como si por dentro algo se hubiese roto. El dolor se ha entablado en mí, y no sé cómo controlarlo, pese a tener muy claro que no le ayuda a mi salud. Después de recibir la noticia de que el procedimiento había concluido, seguido de la conformación del fallecimiento, mi cuerpo reaccionó solo. El mundo se derrumbó a mis pies, e inevitablemente terminé en los brazos de Paul. Tras eso, por orden médica, lo mejor era volver a casa, lo hicimos.

He terminado encerrada, lamiéndome las heridas yo solo. Sabiéndome incapaz de ver a cualquiera sin terminar derrumbándome. Poniendo un poco de distancia. Convivo con mis lágrimas, con el dolor insoportable arraigado en mi pecho y el recordatorio constante de que mi abuelo ya no está. Pese a haber cumplido con su petición, siento que he fallado, tengo la sensación de que se ha ido demasiado pronto, y pudimos tener en las manos la solución para tenerle un poco más entre nosotros.

—Elige solo uno. —Dijo tendiendo sus dos manos hacia mí. Mientras su cuerpo se encontraba un poco inclinado para estar a mi altura.

—Yo quiero los dos —murmuré con los ojos pispiretos. Él sonrió, como siempre solía hacerlo. El abuelo Ray contagia su alegría.

—Pequeña tramposa. Uno solo, Phoe. —Insistió. Sus manos hechas puños se encontraban frente a mí, nuevamente. Con mi índice señalé la derecha, asintió y giro su mano, dejando sus palmas abiertas.

¡Chocolate!

Busqué con la mirada a mi padre, pero se encontraba por ningún lado.

—Papi, se va a enojar. —Aseguré. A papá no le agrada que comamos dulces, y menos chocolates. —Ya casi es la hora de la comida, abuelito.

—Bueno, tú comerás todo lo que pongan en tu plato, este será tu premio. —Susurró. —Christian no se va a enojar, porque este es nuestro secreto. ¿Promesa?

Asentí divertida. Papá era un gruñón, pero el abuelo era muy consentidor. Guardé mi chocolate en mi bolsa. Y al escuchar a mamá decir mi nombre, corrí, mientras el abuelo Ray me seguía. Siempre me atrapaba, y ponía caras raras que me daban risa.

Sonrío, aunque mis mejillas están empapadas por las lágrimas. Cerrar los ojos me hace olvidar por un breve momento lo que estamos viviendo. Me abrazo a la almohada en busca de consuelo, ¿Por qué tiene que doler así? Parece que el dolor nunca va a irse. Dicen que el dolor es solo un proceso y que las lágrimas son una forma de llevarlo, pero cuando te resignas le dejas atrás, llevándote contigo, solo los buenos recuerdos vividos. Todos sabemos que tarde o temprano ocurre, pero nunca nadie está los suficientemente preparado para ello. Siempre es difícil dejar ir a alguien que se ama.

Los toques en la puerta llaman mi atención, quisiera fingir que duermo, pero no quiero engañar a nadie. Tampoco puedo quedarme la vida entera aquí.

—Adelante. —Digo lo suficientemente alto para que puedan escucharme.

Observo la puerta abrirse lentamente, y la cabeza de papá asomándose con cautela. No digo nada, él sabe que puede entrar a la habitación, y así lo hace. Cuando ha entrado, veo que tiene un vaso en la mano.

—Mi madre dice que lo bebas, no tengo idea de que es, pero supongo que va a ayudarte —lo tiende hacia mí, sé que no tengo más opción que beber de él. El primer trago me parece lo más asqueroso del mundo, y aguanto las ganas de escupirlo. Cierro los ojos y doy sorbos rápidos hasta terminar el contenido.

TRES ZIMMERMAN PARA UNA GREY (THREE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora