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Se ha hecho de noche, y recién termino de arreglarme para la cena. Paul ha descansado un poco, se encuentra totalmente bien, por fortuna el dolor de cabeza le abandonó con unas cuantas horas de sueño. No estoy del todo convencida de dejar a los niños con sus tíos, pues les conozco y no me gustaría que se porten mal. Bajo las escaleras para dirigirme a la sala, donde solo me espera mi amor, con nuestra hija en brazos.

— ¡Mami! —exclama ella corriendo en mi dirección. —Eres linda.

—Y tú preciosa, pequeña —beso su rosada mejilla. — ¿Y manuel? —murmuro buscándole por todos lados con la mirada.

—Lucía se lo ha llevado para darle un poco de agua, tenía un poco de hipo. —Me explica él. —Rose se ha quedado para despedirse de nosotros.

— ¿Me traes un dulce, mami?

—Por supuesto, mi vida. Pero debes portarte muy bien, mientras papá y yo regresamos, ¿Lo prometes?

—Si, mami. —Dice ella alzando la mano en forma de promesa.

—Creo en tí, cuida a Manuel. Come toda tu comida, y no molestes a tus tíos, pequeña. Anda, ve con papi y despídete de él.

Beso su frente y ella se va corriendo hacia mi rubio amado. Él la recibe llevándola a sus brazos para besar repetidamente sus mejillas, mi niña ríe feliz, adora a su padre. Tras dos minutos de jugueteo entre ellos dos, Raquel aparece en la sala para llevarse a nuestra hija. Siento una sensación extraña en mi pecho, no quiero dejar a mis hijos.

—Preciosa, solo iremos a cenar. No nos estamos yendo para siempre. —Murmura sobre mis labios, para darme un casto beso. Me muestra el móvil. —Está encendido y con volumen, si pasa algo nos llamarán. Ahora quita esa cara, y vamos al famoso restaurante, ¿La pasaremos bien esta noche?

—Claro, cariño. —Asiento no muy convencida, pero si consiente de que de vez en cuando necesitamos nuestro momento para compartir.

Es solo una cena, un par de horas lejos de ellos.

***

Tras casi una hora en el tráfico, llegamos al restaurante donde Lucía ha hecho la reservación. Al entrar, el mozo busca en el libro el nombre de Paul Zimmerman, al encontrarle, nos hace pasar. Guiándonos hacia la mesa, el lugar es bastante bonito, un tanto elegante, pero acogedor. La mayoría de las mesas se encuentran ocupadas, por personas que hablan en susurros, tanto que da la sensación de que todos estamos aislados. Observó a Sawyer, ha decidido quedarse en la entrada, esta vez no nos ha permitido salir solos, y por lo que pude percatarme en el auto, mantiene comunicación constante con Ever, quién se ha quedado en la casa para velar por los niños. El maitre nos deja el menú sobre la mesa para hacer nuestras elección, en principio, Paul pide un poco de vino para hacer amena la cena, con tal de que no se me vayan las copas, estaremos bien. Tras llevar la botella de vino y servir las dos copas, Paul deja el móvil sobre la mesa, justo donde puedo verle, es como si me hubiese leído la mente, porque justamente es lo que iba a pedir. Puedo aparentar estar tranquila, pero la realidad es que me siento ansiosa por saber de los niños, nunca les dejamos así, siempre uno se queda con ellos.

Disfrutar la noche, Phoebe. Me digo internamente, ellos van a estar bien. Me distraigo tanto, que solo me devuelve a la tierra, el matre yéndose con nuestra orden. Los quince minutos que llevamos en el lugar, se han ido en silencio por parte de ambos, o por mis momentos de mamá gallina preocupona. Si no han llamado, es porque todo está bien. Soy muy exagerada, y mucho más susceptible que mi esposo en cuanto al tiempo que puedo estar tranquila sin controlar que los niños se encuentren bien, ¡Calma!

—Gracias —digo cuando dejan nuestros platos sobre la mesa. Con una amena sonrisa, dirijo mi vista al hombre más precioso del lugar.

—Disfruten su cena —nos dice el maitre. Me mira —Estaré por ahí para lo que necesiten. Con permiso.

TRES ZIMMERMAN PARA UNA GREY (THREE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora