Me levanté bastante sonriente, cualquiera diría que estoy loca, por mi humor cambiante de un día a otro, pero he decidido ver las cosas de una forma diferente. Estos días han sido terribles, e indeseables, quiero dejarles atrás y continuar con mi vida. Tener los recuerdos buenos presentes, y los tristes dejarlos a un lado, tengo mucho porque seguir luchando. Tras una noche de descanso, es normal sentirme al cien, compruebo que la pastilla era lo que me hacía sentir extraña. Me he dado un baño rápido, para lo que planeo, mi tiempo se convierte en oro. Cuando llegó a la cocina, como siempre, Gail ya se ha puesto en pié para empezar su rutina diaria, y Danielle no tarda nada en alcanzarle. Les pido un poco de ayuda con algo que deseo hacer, y sin ellas no podría ser llevado acabo, al menos no en el tiempo en el que quiero tenerlo listo.
—Phoebe es especialista en cortar frutas, con Manuel ha cogido la práctica a la perfección. —Dice Danielle cuando Gail empieza a repartir de lo que cada una se va a encargar, claro, estaba dejándome fuera de ello. —Nos ha pedido ayuda, tía. Y para algo tan lindo que quiere hacer, debe participar de ello.
Le agradezco con una sonrisa, ella misma me pasa las frutas, explicándome la forma en que debo colocarla en el plato. Trato de dejar todo del mismo tamaño y ponerlo de la forma más ordenada que me es posible. Soy una diosa cortando frutas. Ambas colocan las cosas en una charola profunda para que no se caiga nada. Y cuando todo se encuentra listo, Dan me acompaña para abrir la puerta de la habitación. Dejo lo que tengo en mis manos sobre la pequeña mesa que separa los dos sillones dentro de la habitación, acomodo todo para que quede listo. Observo mi trabajo y me encuentro satisfecha con lo que he organizado. Me pongo con un poco de loción, y estoy más que lista.
Espero de pie, apoyada de espaldas en el tocador. Observo a Paul removerse debajo de las sábanas, suplicando a la vida que esta vez sí sea la oportunidad en que despierte. Se pasa las manos por la cara y abre los ojos, sonrío desde mi posición. Me siento nerviosa, por lo general es él quien tiene estos detalles.
— ¿Un poco perezoso está mañana, señor Zimmerman? —me mofo. Que yo haya despertado antes que él es toda una hazaña.
—Muy activa esta mañana, señora Zimmerman —contrarresta con una sonrisa divertida plasmada en su rostro. —Ven aquí.
Niego con la cabeza, bajo ninguna circunstancia. Con la barbilla le señalo al lado derecho, donde está colocado todo.
—Nuestro desayuno está servido, así que, mueve tu tentador cuerpo hasta aquí. —Cruzo un pie sobre otro, manteniendo mis brazos hacia atrás.
Se saca el edredón de encima, dejando un panorama totalmente maravilloso ante mis ojos. Recuerdos haberme dormido cuando él aún vestía su ropa de trabajo, pero ahora luce despreocupado con su pijama, esos pantalones le quedan fenomenal. Señalo la silla para que se siente.
—Demonios, huele bien. ¿Acaso lo has hecho tú? —pregunta sorprendido, y tiene motivos.
—La cocina y yo no nos llevamos demasiado bien, digamos que he recibido un poco de ayuda. Pero, lo que cuenta es la intención, si sirve de algo, he partido la fruta. —Revoloteo mis pestañas.
—Justo mi parte favorita del desayuno. —Murmura llevándose un trozo de fresa a la boca. —El secreto de la sabrosura, está en la mano que lo parte. —Me hace un guiño cómplice. — ¿A qué se debe esto?
— ¿Acaso una esposa no puede prepararle un rico desayuno a su esposo sin ser una fecha especial? —me siento a su lado. —Solo quería tener una forma de agradecer un poco de lo mucho que tú haces por mí. Porque eres atento, soportas mis tonterías, y sin importar nada, si estamos enojados o contentos, si yo he sido grosera o muy romántica, siempre apareces cuando te necesito. Y sé que últimamente he sido un poco tonta, he causado nuestros problemas, y que muchas veces me olvido de ser adulta, actuando con infantilismo ante las situaciones. Quería hacer esto para tí, para mostrarte con un pequeño detalle lo mucho que te amo.
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TRES ZIMMERMAN PARA UNA GREY (THREE)
Hayran KurguPhoebe es exitosa en su profesión, más que feliz en su matrimonio, y pese a que Rose llega casi a los cinco años, la pequeña junto a Manuel de nueve meses, le muestran que es una aprendiz eterna de cómo ser una madre. Tres Zimmerman rodean ahora la...