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Estando en mi habitación, me siento en un lugar extraño. Puede que sea la sensación de despertar sola, o el hecho de haber pasado tanto tiempo lejos de la misma, aunque, la cama se sintió más deliciosa que nunca, y pude dormir maravillosamente. Claro, despertando a las dos de la madrugada porque Manuel puso parranda al sentir su pañal húmedo, cosa que no le agrada para nada. Es mi primer día en la editorial, luego de estar poco más de dos meses fuera de ella, ha llegado el momento de ocuparme de mis responsabilidades. Si bien, Braulio, Mabel y Hannah han estado haciendo un excelente trabajo, he de asumir mi puesto como se debe. Reviso mi vestuario por última vez, es complicado elegir que ponerme para hoy, y eso que en ese tipo de detalles no me centro demasiado.

- ¡Mami! -giro un poco la cabeza para ver a mi hija. Está de pie junto a la puerta. - ¿Ya nos vamos?

-Por supuesto que sí. -Le respondo yendo hacia ella para cargarla. Beso su mejilla. Camino con ella en mis brazos en dirección a la cama para coger mi bolso, listo con todo lo necesario. -Quiero ver esos dientes, señorita.

Me sonríe ampliamente, su aliento huele a goma de mascar, el sabor de su pasta dental. La pongo en el piso para poder despedirme de mi niño, que está muy entretenido jugando con los benditos cubos de colores, recuerdo que Rose me ignoraba cuando las cosas esas estaban en sus manos. Le beso por última vez.

***

El tráfico no ha sido condescendiente, aunque no hemos tardado más del tiempo promedio que toma llegar desde casa a la editorial. Sawyer nos ayuda a bajar abriendo la puerta del auto, se coloca a un lado sosteniéndole para que podamos salir. Él mismo se encarga de sostener la mano de Rose y le deja en la acera mientras yo le sigo.

-Buenos días, Sawyer. -Le saluda mi niña, la educación ante todo, sobre todo porque le ha ignorado olímpicamente desde que salimos de casa.

-Buenos días, señorita Rose. -Responde él cerrando la puerta.

Sonrío. El hombre sabe cómo llevarse bien con los pequeños. Aunque, definitivamente, mi hija tiene preferencias por Ever, puesto quien es el que le lleva a todos lados. Confío en sus manos el cuidado de mi niña. Saludamos a Clare al entrar a la editorial, y se pone feliz de ver a la señorita, puesto que no la ha visto demasiadas veces. Con ella de la mano, me encamino con dirección a mi oficina.

-Pero que felicidad -digo sarcástica al entrar a la sala de escritorios de mi grupo de editores. Ellos están de lo más contentos tirados de la risa. -Sí, cuando no está el gato, los ratones hacen fiesta.

-Bueno, si el gato no se diese tantas vacaciones, los ratones no tendríamos tal libertad. -Dice Braulio acercándose a mí para darme un abrazo. -Afortunados los ojos que pueden verte al fin. -Al soltarnos del abrazo, su mirada viaja a la pequeña que está a mi lado. -Oh, Rose, que agradable tener tu visita por aquí. ¡Hola!

-Hola, señor Rochi. -Se me escapa la risa, ya no recordaba que le dice así, porque no podía pronunciar su nombre. Y Paul le dijo que se llamaba Rochi.

-Que linda señorita. -Murmura divertido.

-Phoebe, no sabes lo feliz que estoy de que vinieses. -Saluda Mabel. -Este idiota me tiene al borde de la locura. No sabes lo insoportable que está, y eso que va a ser padre, ¡Pobre criatura!

-Hey, hey, hey. Yo sólo intento hacer sus días divertidos, es ella la anegada que todo de lo toma literal. En cuestión de nada le veremos con arrugas y gastritis, relájate.

-Ustedes dos, no cambian jamás. Tantos años y no aprenden a comportarse. -Palmeo los hombros de ambos. No puedo con ellos. -Mati, ¿Tú estás bien? No puedo siquiera imaginar tus días soportando a estos.

TRES ZIMMERMAN PARA UNA GREY (THREE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora