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Han sido solo unas cuantas horas de viaje, y me siento terrible. No sé si ha sido el cambio de clima, la altura o la loción de esencia horrorosa de mi compañero de asiento en el avión. He intentado despejar mi mente durante todo el trayecto que se hace en taxi desde el aeropuerto hasta el hotel. 

Sudorosa y muy cansada.

Después de pagar por el servicio de taxi, me cuelgo la pequeña maleta en el hombro para adentrarme en el edificio. Al fin he llegado. Me registro en recepción para retirar mi llave, solo quiero llegar a la habitación y echarme a dormir, lo necesito mucho, debo descansar si pretendo soportar el siguiente viaje. 

—Phoebe, menos mal que ya has llegado. —Me encuentro con Braulio cuando aun no termino de cruzar el Lobby del hotel. Deja un beso rápido en mi mejilla. —Ya está casi todo listo para el viaje. 

Ahora mismo, de lo último que deseo hablar es de realizar un viaje. Pongo los ojos en blanco como reacción. 

—Voy a descansar, todo el ajetreo del ir y venir, no me ha sentado demasiado bien. Por favor, hablemos en otro momento. —Suplico. 

—Qué ingrato soy, discúlpame. Estoy con tantas cosas en la cabeza que olvidé tu estado. De seguro vienes cansada y yo estoy abrumándote, cuando ni siquiera te has instalado como se debe. —Dice apenado. 

—Braulio, no importa. Es parte de mi trabajo mantenerme informada de todo lo que aquí suceda. Es solo que de verdad me siento terrible, tengo náuseas y un cansancio de muerte. —Murmuro apoyándome en la pared. Me he mareado un poco.

—Déjame ayudarte. —Me toma del brazo con suavidad. —Pediré al servicio del hotel que te suban un poco de té, ¿O tú prefieres algo helado?

—Agradecería si pudieras conseguirme un zumo de naranja con mucho hielo. —Me sonríe. 

—Cuando lleguemos a tu habitación, te prometo que lo consigo. Permíteme. —Con caballerosidad, me quita el bolso y es él quien lo lleva ahora. —He recibido un correo inmenso por parte de Zimmerman, me detalló lo mucho que debo cuidarte. Ah, y una muy amistosa advertencia si te llegase a ocurrir algo. 

Niego con la cabeza, totalmente divertida. Mi guapo alemán no tiene corrección, siempre va un paso por delante de cualquiera.

—Paul está loco. No dudes ni por medio segundo que mi móvil sonará cada día. —Me mofo. Las puertas del ascensor se abren, y podemos entrar. —Voy a llamarle para avisar que he llegado en una sola pieza. 

—Bien, pero eso lo harás cuando estés en tu habitación. Por cierto, ¿Quieres que le pida a alguien que te ayude a arreglar tus maletas?

—No, no es necesario. Dejé todo guardado antes de irme. Créeme que cuando te casas con un maniático del orden, las veces en que dejas algo fuera de lugar, son contadas. —Cuchicheo burlona. No bromeo, Paul es de los que riñe si dejas la toalla sobre la cama, incluso es terrible para él ver algún juguete de los niños tirado por la casa. 

Entramos a mi habitación, deja mi maleta sobre la cama. Me acomodo allí mismo, me recuesto y espero a que sea él quien llame a servicio a la habitación. Le escucho pedir un zumo, se me hace la boca cuando menciona que debe tener hielo suficiente, y de ser posible, un poco más. Al cumplir su misión, se retira dejándome sola, descanso un poco en la misma posición. Busco el móvil para marcarle a mi esposo, el cual responde bastante rápido. 

—Cariño, he llegado al hotel. Con el cansancio que deja el viaje, pero bien. 

—Esperaba tu llamada, mi amor. Incluso pensé en llamarte, estaba calculando el tiempo de vuelo más la distancia del aeropuerto al hotel. —Suelto una risita. —Tenía ansiedad por saber de ustedes. 

TRES ZIMMERMAN PARA UNA GREY (THREE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora