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Hace un día espléndido, el clima es perfecto. Por lo cual, ha de ser aprovechado. Esta mañana, Paul ha ido con su padre a visitar la empresa, por supuesto, la señora Judith se ha ido con ellos. Yo he preferido quedarme con los niños. En el jardín, Manuel da pequeños pasos con mi ayuda, está mucho mejor de su resfriado, aunque no restablecido del todo, pero algo es algo.

—Jenell, ven aquí para atar tu zapato —las dos están jugando a las escondidas. A ella se le ha soltado el cordón de los deportivos, puesto que han amanecido convertidas en niñas deportistas. Rose ama sus zapatos de tiritas, pero ha accedido a ponerse los otros, solo porque su prima también lo hace.

—Gracias —me dice con una sonrisa, cuando dejó su pie en el suelo.

—De nada, guapa. Dile a Rose que no pase el límite, cuando la encuentres, claro.

—Sí, tía Phoe.

Amo su obediencia, son un par de lo que no hay. Mi pequeño niño se ha quedado sentado sobre la hierba, jugando con las piezas de colores de una torre, tira más de lo que les ordena, me sonríe cuando las piezas caen. Los minutos pasan y las niñas no regresan, mi hija es experta en esconderse, la muy tramposa recibe ayuda de Ever para hacerlo y él no se puede negar. Jenell, regresa fastidiada y se deja caer con dramatismo en el césped, se rinde, mi niña le ha ganado porque no ha podido hallarle. Observo al par de hombres, y hacen señas hacia algún lado, justamente de donde en segundos aparece Rose. ¡Condenados!

— ¡Gané! —exclama llegando hacia a mi, se sienta en mis piernas.

—Tú nunca apareces, Rose —se queja la morena —Estoy muy cansada.

Las dos están sudadas, despeinadas y un tanto sucias. Tenerlas en una habitación no es tan buena idea, se han despertado antes que nosotros, y desde entonces no ha parado. Manuel gatea, sonrío, pero rápidamente dejo de hacerlo, lo ha hecho solo para pelear con su hermana. La mueve gruñendo para que se quite, estos días, has estado muy grosero, gruñón y peleón con todos. Menos conmigo, yo soy mamá. Aunque también tiene esa actitud con Paul, lo cual, me hace complicado el día, básicamente he de dedicarme a él o actividades donde pueda tenerme cerca.

—Adentro, niñas. —Les indico dejando el césped, ya de pie, levanto a Manuel. —Es hora de ir a comer. Las quiero a las dos en el lavabo, lavando sus manos. Yo iré con la señora Simona. Y por favor, nada de carreras.

Las dos se miran entre sí, les he dañado sus planes de huir a lo loco, como ambas saben hacerlo. La moto divertida, ellas me encantan, son auténticas y preciosas, más no se puede pedir. Manuel señala hacia la puerta, él quiere seguir a las niñas, no me imagino lo que será cuando pueda hacerlo solo, ¡Me quedo loca! Entro a la cocina y Simona me dice que la comida estará pronto, se ha retrasado un poco, por unos imprevistos, lo dice todo con una agradable sonrisa. Recuerdos cuando hace años, Paul me dijo que cuando le conoces, es la persona más dulce que pueda existir, su fachada inicial es cosa del pasado. Escucho risotadas que vienen de afuera y tras ello, un grito de Jenell, ¡Ay, madre mía! No me lo pienso dos veces, y salgo a toda prisa para alcanzarles.

Me relajo, el alma me regresa al cuerpo, cuando le veo jugar en los brazos de Drew, el esposo de la tía Martha, quién tiene a mi hija. Y Ainhoa, la hija de ambos que se ha quedado sola, cosa que sucede a menudo cuando cualquiera de los niños de esta familia apare. Les saludo a los tres, y por supuesto, mi hijo se pone huraño, en cuanto le quieren hacer cariñitos, llora como endemoniado. Les explico que está así por qué anda un poco enfermo, y solo quiere estar conmigo. Las niñas les invitan a su habitación, ¡Bien! Ya me los imagino bailando al son que ese par les toque. El pequeño tiene un exceso de tos, claro, con tremenda parranda que armó, es normal. Le doy sorbitos de agua hasta que consigo calmarle. Me quedo con él en la sala, puesto que escucho con claridad las carcajadas que vienen del piso de arriba, no quiero interrumpir.

TRES ZIMMERMAN PARA UNA GREY (THREE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora