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Alguien ha venido de visita, y es para Paul. Recién ha llegado y ya viene gente a buscarle, tal vez sea su secretaria. Le escuché mofarse de Eric, con lo buen hermano que es, no dudo que haya sido para comprobar que llegase bien a casa, y con su moda de olvidar llamar, puedo asegurarlo. Aunque en esta ocasión, puede que sea disculpable, ha llegado directo a nosotros, y su cara al ver a los niños lo decía todo.

La cara que tiene, me indica que quiere decirme algo, pero parece no poder hacerlo. Manuel se remueve en mis brazos, indicativo de que le empieza a fastidiar la humedad. Los cuatro entramos a casa, Rose coge de la mano a su padre, tiene una sonrisa que llevaba sin verle desde que Paul se fue de viaje, no me pongo celosa de que le adore tanto, en su lugar, me llena de alegría.

Cuando llegamos a la sala, no puedo evitar que mi mirada vaya directo a la chica que espera junto al sillón. Sonríe, mostrando una sonrisa exagerada, tiene el cabello teñido de púrpura o algún color cercano a ello. Toda creída, orgullosa y hasta presumida si se puede decir, apoya una de sus manos en el sillón. Mantengo la compostura, ella está en mi casa, tiene mucho que perder. Tengo esa inquietud por saber qué demonios hace aquí. Y como soy una mujer educada, no me tiento para nada en decirle:

—Buenos días, Chlöe. Bienvenida a nuestro hogar, desearía poder quedarme a atenderte como se debe, pero tengo que ir con Manuel. —Sonrío. —Con permiso.

Miro la carita de Rose, su mirada viaja de Paul a mí, dudando. Le susurra algo a su padre y este le deja en el suelo. Mi niña camina hacia mí. Con mi mano libre le llevo para que me siga. Una vez en la habitación, coloco a mi niño en la cama para cambiarle el pañal, mientras Rose recoge unos juguetes que estaban en el suelo, claro, no se vino conmigo por gusto, es muy lista, si su padre encontraba sus cosas tiradas, se ganaba un regaño asegurado. Inteligente como la madre.

—Mami, ¿Quién es la señora? —y curiosa para no hacerlo mejor.

—Una bruja muy fea, mi vida. —Tuerce el gesto en la cara, se encoge de hombros y "Me ayuda" a colocarle el short a Manuel.

— ¿Ya puedo comer galletitas?

Ya ha cumplido su castigo, claro que puede. Asiento y ella me devuelve una sonrisa.

—Pero solo una, Rose. Vamos a la cocina, les daré zumo a ambos.

Al pasar por la sala, con una simple miradita de reojo y sin prestar demasiada atención, puedo ver que la mujer esa está ofuscada en algún tipo de explicación, en la que Paul parece prestarle bastante atención. Con una cercanía que para mí resulta innecesaria, está a nada de sentarse en sus piernas. Pongo los ojos en blanco y continúo mi camino.

No me interesa.

Dejo a Manuel en su silla y subo a Rose en una de las bancas, advirtiéndole que no debe moverse de más. Busco el bote donde guardamos las galletas con chispas de chocolates, le doy una a cada uno y les coloco el zumo en sus respectivos vasos. El bote de las galletas se me escapa de las manos, estallando en el piso, provocando que se rompa en muchos pedazos.

—Quédate ahí, Rose. —Le digo al ver su susto por el estruendo. —Voy a levantar todo este desastre.

Me coloco en cuclillas para levantar los trozos más grandes de vidrio. Al alzar la mirada, me encuentro con cuatro pares de ojos en la entrada. Ever, Sawyer, Paul y la mujer esa, me están observando.

— ¿Qué pasó? —pregunta Paul. Y con el fastidio que hasta ahora soy consciente de tener, le respondo:

—Nada, estoy aquí jugando con el rompecabezas. —Murmuro sarcástica. — ¿No es obvio? Se me ha caído el bote y se rompió.

TRES ZIMMERMAN PARA UNA GREY (THREE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora