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Me abraza, besa mi cabeza y me mantiene entre sus brazos. Qué dolor, siento mi corazón hecho pedazos, la tristeza me embarga por completo. Quisiera que todo fuese mentira, tenía que mentalizarme durante todo este tiempo de que tarde o temprano sucedería, pero le miraba tan bien, tan vivo, tan... Él, que en mi mente le sentía y veía totalmente sano. Pasamos unos minutos así, hasta que soy yo quien se aleja, y con convicción le digo:

—He estado buscando vuelos de regreso a casa, no puedo quedarme más tiempo aquí. —Me mira, no dice nada, puedo continuar. —No quiero asustar a Rose, es mejor que se quede, pero Manuel se irá conmigo.

—No, Phoebe. Nos iremos todos, no puedo dejarte marchar y ya, menos con tantas cosas pendientes entre los dos.

—Quédate, Paul. Es mejor, unos días más, para que te quedes con tu familia y Rose pueda disfrutar un poco más. No le digas nada, por favor, al menos no la verdad, ¿Si? —se queda en silencio. —Por favor, necesito espacio.

Tras unos segundos en silencio, acepta mi decisión. Sé que es lo mejor, creo estar pensando en lo que le conviene a Rose, a Manuel, a los dos. Sé que aún no hemos resuelto lo nuestro, pero tampoco tengo tiempo para quedarme, sé que pronto lo conseguiremos, pero ahora no.

—Deberías usar el jet —interrumpe el señor Zimmerman. —Una llamada y estará listo. Llegarás más rápido, y evitarás las vueltas.

Acepto, no puedo rechazar la oferta, necesito estar en Seattle cuanto antes. Una hora después, emprendemos la marcha hacia el aeropuerto, con mi niño dormido entre mis brazos, y miedo, no sé de qué exactamente, pero lo tengo. El auto parece desplazarse demasiado lento, y el tiempo muy rápido. Me muero de las ganas de pasar a despedirme de mi niña, incluso de llevármela, pero sé que mi decisión ya sido la mejor, entre menos esté metida en el ambiente de tristeza que ha de haber en casa, y en el que vivo desde que hablé con mi madre, ella estará mejor. En el aeropuerto no tengo que pasar nada que no sea la revisión, sin filas no atrasos. Ava, los señores Zimmerman y Paul han venido para traerme. Mi prima me dice que tratará de estar en Seattle, que le mantenga informada, me quiere acompañar, pero no ya conseguido el permiso en su trabajo. Me despido de todos, menos de Paul, es él quien me ayuda a subir las maletas. Cuando Ryan, el piloto del jet nos avisa que está todo listo, mi alemán favorito besa la gente de Manuel, y luego la mía. Me pide que cuide del pequeño, que le llame cuando lleguemos y también para mantenerle informado de cómo va todo, le digo que si, es lo que haré. Sin más, gira para irse, sin cariñitos, ni palabras bonitas, no me quejo porque yo me lo he ganado. Cruza unas cuantas palabras con Sawyer, y este le da indicaciones a Ever, quién se queda en Múnich. Diez minutos pasan hasta que el jet emprende la marcha, son muchas horas de viajes, sé qué será cansado, tanto física como mentalmente.

***

Seattle, USA.

Duermo en una parte del viaje, el tiempo que Manuel unido a mi preocupación me lo han permitido. Se ha puesto enojado porque no le he dejado andar por el lugar, por seguridad, ha puesto una parranda impresionante llamando a Paul, lloraba como si lo hubiese estado golpeando, incluso la asistente del viaje me sugirió su ayuda, pero conociendo como conozco a mi hijo, solo le pedí que me diese un momento a solas con él, le di un poco de leche, lo que le tranquilizó un poco, aunque su indolencia fue mayor que nunca en su corta vida. Es de noche cuando aterrizamos en Seattle.

Mala idea, terrible. No le he avisado a nadie que  regresaría. Sawyer se encarga de conseguir un taxi del aeropuerto para dirigirnos a casa de mis padres. Mi niño no se entera de nada, el viaje y sobretodo su actitud durante el mismo deben tenerle cansado. El corazón me late con fuerza conforme avanzamos por las calles, siento que se hacen extensas y nunca llegamos. Mi impaciencia, el miedo y la tristeza se unen en una sola para volverme loca, no sé cómo he de controlarme. El tráfico es condescendiente, y no tardamos más de lo debido en llegar a casa. Me bajó cuán rápido puedo, tener a Manuel en brazos no es fácil, porque no quiero hacer movimientos que lo asusten y despierten. Al entrar, se siente un ambiente tenso, tomo aire antes de continuar mi marcha. Me quedo de piedra al encontrarles a todos en el salón, los abuelos, mis padres, Theodore con Clare, y la abuela Carla en compañía de su esposo. Hago un esfuerzo por no llorar, pero es imposible al ver a mamá triste, y con sus ojos rojos, dejando en evidencia que ha llorado. Es hacia ella donde me dirijo para abrazarle con un solo brazos, mientras sostengo a mi hijo con el otro. Clare me quita s mi niño con cuidado, y lo lleva a su hombro para dejarle descansar. La abrazo muy fuerte, siendo testigo cuando se derrumba, me duele muchísimo verle sufrir, quiero ser su fuerza, decirle algo que le haga sentir mejor, pero no puedo, es imposible, las palabras se quedan rezagadas en mi garganta.

TRES ZIMMERMAN PARA UNA GREY (THREE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora