-19-

5.4K 346 47
                                    

Abro mis ojos. Continúo en la misma habitación donde recuerdo haberme dormido. La iluminación ha disminuido considerablemente, pero sigue reinando el olor peculiar de hospital, un ambiente estéril lleno de un sin número de medicamentos. Muevo mi brazo derecho, donde está la intravenosa, veo hacia arriba y aún falta un poco de suero por caer.

— ¿Cómo te sientes? —La voz de Paul se escucha, pero no le veo por ningún lado. Hasta que le observo caminar desde la ventana en dirección a la cama. Sostiene mi mano entre la suya.

—Mejor, ni siquiera sé porqué estoy aquí. —Me hago la sueca. Si está aquí, gratis no me va a salir la cosa.

—Hannah me llamó para decirme que Sawyer te había traído aquí. La señora Grace me ha dicho que te practicaron unos estudios para ver qué te ocurrió, y, que ya te ha pasado antes. ¿Por qué no dijiste nada?

—No lo creí oportuno.

— ¿No? —pregunta un tanto irónico. —Has llegado al hospital, dime tú si no era oportuno decirlo.

Presiona sus dedos en el puente de su nariz, mientras mantiene los ojos cerrados. Tira de la silla que está a un lado para sentarse. Lleva mi mano a sus labios para depositar un beso. Me mira, me mira y me mira. ¿Es todo? Me esperaba un regaño monumental, aunque sería raro porque él es mi esposo, no mi papá. Parpadea un par de veces, y se pasa la mano por los ojos. Parece estar incómodo por la luz que sale de la parte alta de la cama.

— ¿Qué ocurre?

—Ahora mismo, me duele jodidamente la cabeza y me arden los ojos. Planeaba ir a casa para tratar de mejorarlo, pero, a cambio he recibido una llamada para decirme que estás en un hospital. Y ahora, no sé qué me molesta más.

—Paul, con todo esto olvidamos hacer la cita para ir al médico contigo.

—Lo sé, tal vez pueda hacerlo ahora que estamos aquí. Pero primero quiero saber que estás bien, ¿De verdad estás bien? —murmura con preocupación evidente.

—Si, al menos no tengo la sensación de estar dando vueltas. Y con la abuela Grace, créeme que tendré mis recomendaciones salvadoras.

La puerta se abre interrumpiendo nuestra conversación.

—Buenas noches. —Dice al cerrar la puerta. ¿Noche? ¿Cuánto dormí? —Han salido los resultados. No hay nada fuera de lo normal, pero, según tus síntomas. Tienes tensión emocional, Phoebe.

Frunzo el entrecejo. Vaya, no tenía idea. Nos dice algo sobre las razones que le ocasionan, o al menos las más cercanas a mi situación. Exceso de exigencias, mal dormir, incluso tristeza por un corazón quebrantado, todo lo vivido en fechas recientes se ha acumulado y por ello mi cuerpo ha cedido.

—No puedo darme unos días, abuela. No tienes ni la mínima idea de lo que me pides. Tengo pendientes en la editorial y ni qué decir de los escritos que me faltan por leer, he estado casi un mes fuera de la ciudad. Debe de haber otra forma. —Sentencio. Su sugerencia para mi recuperación es el de tener al menos una semana de descanso, ¡Días perdidos!

—A ver, Phoebe. No te estoy hablando como abuela, sino, como doctora. Y como tal, debes acatar las recomendaciones. Por ahora es una cosa leve, pero puede empeorar.

Me rehúso, me rehúso, me rehúso.

—Señora Grace, tenga por seguro que se tomará esos días. Yo me encargo de ello. —Pongo los ojos en blanco. Ya estamos, el hombre toma decisiones sobre mi vida. Con sus dedos sostiene mi barbilla, me da una mirada llena de ternura. —Es por tu bien, cariño.

—Está bien, cojo los días libres y ya. ¿Feliz? —espeto. Acepto de mala gana, pero sé perfectamente lo que se viene después de eso.

—Debes dormir más y darte un descanso, trata de relajarte. Puedes tomar té para ello. Y si te sigues sintiendo mal, no dudes en llamarme, muchacha testaruda. —Ella besa mi frente.

TRES ZIMMERMAN PARA UNA GREY (THREE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora