CAPÍTULO 2 - MARTES

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Comienzo el martes con una sonrisa. Me desperté tarde y apenas si he tenido tiempo de peinarme antes de ir a la escuela, pero no importa. Soñé que Matías me esperaba en el gimnasio con un ramo de flores y me invitaba a salir.

Sé que nunca ocurrirá, pero era la mejor cita del universo. Por eso no quise despertarme y apagué la alarma cuando sonó.

Troto por las escaleras y cruzo el umbral del salón de clases unos segundos antes de que suene el timbre. El profesor todavía no ha llegado; ojalá que se le haya hecho tarde. Detesto Geografía.

Soy un chico práctico, me gustan las materias prácticas. Entiendo por qué es importante saber matemática y computación, ¿pero geografía? ¿Para qué demonios me sirve conocer en qué dirección se mueven las corrientes oceánicas que rodean África? En serio lo digo, ese es el tema que nos toca aprender hoy.

Me deslizo hasta mi pupitre, me siento y dejo escapar un bostezo.

—¿Se puede saber por qué tienes una sonrisa de "feliz cumpleaños"? —inquiere el Totto, un compañero que se sienta justo delante de mí.

—No es sonrisa de cumpleaños, es sonrisa de "anoche tuve una gran noche" creo yo —contradice Julián desde el frente del salón.

Hasta hace algunos meses, nos odiábamos, y el hecho de estar en una misma habitación podía desatar una guerra civil. Por suerte, ya hemos aclarado nuestras diferencias y ahora hasta nos llevamos bien. No somos mejores amigos ni nada de eso, pero conversamos de forma civilizada.

Eso también se lo debo a Mila. Ella fue quien reformó a Julián y le arrancó todo el odio que él sentía por mí sin motivo aparente —bueno, sí tenía un motivo, pero no cuenta porque era algo de cuando teníamos diez años de lo que prometimos nunca más hablar—.

—Ustedes no entenderían —respondo.

No quiero que sepan la verdad. Confío en ellos y sé que no me van a juzgar. Ya saben que soy bisexual y que, además, siempre he preferido a los chicos. El tema es otro: se van a meter en medio. Los conozco. Si llegaran a saber sobre Matías, son capaces de pagarse la membresía en el gimnasio solo para ver quién es. Se pondrían en modo Cupido porque soy el único del grupo que no sale con nadie.

No puedo permitirlo.

—Pero si nosotros dos somos expertos en estos asuntos —insiste Totto—. ¿Tuviste una cita?

—Una cita muy buena diría yo —añade Julián—. Esa es una sonrisa que no te vemos a menudo.

—¡Pero si siempre estoy de buen humor! —me quejo.

—No es lo mismo —responden a coro y ríen. A veces son peores que las chicas.

—¿Qué cosa no es lo mismo?

Oh, no. No, no. Todo menos él.

Una mano se posa sobre mi hombro y sé que se trata de Tristán. Él es más chismoso que todas las mujeres de la escuela combinadas. No se le puede contar nada. Hablar con él es como tomar un megáfono y gritar por los pasillos.

—La sonrisa de Gabriel —se apresura a decir Totto—. Te la has perdido, parecía comercial de dentista.

El profesor ingresa por fin y pide que todos nos acomodemos en nuestro sitio. Por primera vez en mi vida, agradezco que inicie la clase de Geografía.

Me distraigo enseguida. Mientras el docente cuelga un mapa enorme de la pizarra del frente, yo tomo mi teléfono y empiezo a escribir el correo electrónico para Matías.

El chico de las mil gorras (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora