CAPÍTULO 11 - JUEVES

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La música comienza a sonar, es el himno de la escuela en su versión instrumental. Avanzo cuando es mi turno de hacerlo. Ingresamos al teatro de la escuela en fila por orden de apellido, yo soy uno de los últimos.

La profesora de literatura II —no recuerdo su nombre— corrige errores y faltas de respeto como llevar las manos en los bolsillos o mascar chicle. A la primera chica le dice que camina muy rápido, al segundo le grita que se apresure. Su voz resuena con eco en el espacio y me causa jaqueca.

A medida que los alumnos alcanzamos el escenario, subimos por una escalerita lateral y nos acomodamos en cuatro filas. Por fortuna, yo estoy en la de detrás de todo.

Nos mantenemos de pie como estatuas, sin saber muy bien qué expresión poner, hasta que termina la canción. A mi lado, Julián mueve un pie al ritmo de la melodía mientras se balancea. Sé que lo hace a propósito para que la profesora se enfade. Él detesta estos ensayos de la graduación tanto como yo. Le dedico una sonrisa cómplice porque parece que hoy no lo castigarán por bromear.

Julián me confesó que Mila va a cambiar el discurso a último momento. En los ensayos lee un texto aburrido y formal, pero el día en cuestión va a escribir algo diferente y a modo de broma para romper un poco con el tedio; ella es así, no tiene miedo a que los profesores y los padres se enfaden.

Apenas suena la última nota, nos sentamos en sillas de plástico de mala calidad que gracias que sostienen nuestro peso. Dicen que para el día de la celebración pondrán otras mejores, pero yo estoy seguro de que solo van a cubrir estas mismas con algún trozo de tela para que no se noten.

La profesora toma el papel de todos los adultos que deberían hablar durante la graduación porque no quiere molestarlos con un ensayo. El directivo escolar realiza el mismo procedimiento todos los años y solo los alumnos necesitamos practicarlo.

Primero, lee el discurso del director. Luego, lee el discurso de otro profesor. Después, habla en nombre de no sé qué representante del distrito escolar. Incluso lee un discurso de otro año de la universidad local. ¡ES CASI UNA HORA ENTERA DE DISCURSOS QUE A NADIE LE IMPORTAN!

Cuando termina, el coro canta tres temas incluyendo el himno nacional. Todos nos ponemos de pie para eso.

Después, se leen los discursos del mejor alumno, del equipo deportivo, del club de teatro, del club de música y de yo qué sé cuántas tonterías más. ¡Y todos dicen lo mismo!

Cada uno de los discursos menciona, tarde o temprano, que crecimos mucho, que pasamos por una etapa juntos, pero que es hora de que se abra un nuevo camino ante nosotros y bla, bla, bla.

Por último se deja un espacio en blanco para el discurso que los padres darán a todos sus hijos. No se sabe todavía quién lo leerá.

Y, por fin, empiezan a llamar nuestros nombres uno a uno para darnos el papel simbólico. Espero mi turno.

Pasan al frente con extremada lentitud los alumnos por orden alfabético. Esto toma casi media hora más.

Cuando ya todos estamos de nuevo ubicados con el diploma falso en la mano, nos hacen cantar el himno de la escuela otra vez, por última vez, a modo de cierre.

¡Estoy harto de practicar para la maldita graduación tres veces a la semana! En especial cuando es lo primero que me obligan a hacer apenas entro a la escuela, porque sé que luego me esperan largas horas de clases aburridas.

Ojalá la semana se termine pronto.

Ojalá la semana se termine pronto

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El chico de las mil gorras (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora