CAPÍTULO 28 - DOMINGO

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Despierto con hambre, lo cual es insólito porque anoche comí tanto que creí que iba a explotar. Son ya las casi las dos de la tarde. Me toma algunos segundos notar que sigo en casa de Elena, que la celebración llegó a su fin en la madrugada y que me quedé dormido en uno de los sillones de la sala.

Bostezo y me froto los ojos. Busco los lentes que dejé sobre la pequeña mesita de madera del rincón, me los coloco y observo a mis amigos. Parece que todos están tan cansados como yo. Sé que Elena y Tristán están en la habitación de ella en el piso superior. Creo que Totto y Silvina se encuentran en la que le pertenece al padre de nuestra anfitriona. Mila y Julián descansan abrazados en el otro sillón, me incomoda.

Una vez más noto que soy el único idiota que está solo, el que sobra. Me muerdo el labio inferior, me es imposible dejar de pensar en que desearía que Matías estuviera aquí, que se hubiera quedado dormido a mi lado.

Lo extraño.

Me pregunto qué estará haciendo; de seguro acaba de regresar de algún evento deportivo. Quizá se encuentre bajo la ducha o alistándose para ir a comprar comida para sus gatos. Tal vez haya conocido a alguien nuevo y haya optado por salir a almorzar con otra persona —después de todo, es muy sociable—. No sé cuáles eran sus obligaciones y planes para el fin de semana, pero supongo que está ocupado y entretenido, distraído. Dudo que él piense en mí ni siquiera la mitad de lo que yo pienso en él.

Dejo escapar un suspiro casi mudo. Busco mis zapatillas con cautela, tomo mi mochila y me dispongo a abandonar la casa de Elena antes que el resto. No quiero ni imaginarme qué tan mal debo verme, con los rulos apelmazados por el sillón y por la posición en la que descansé. Lo mejor será regresar a mi hogar, darme una buena ducha y pedirle a mi nana que prepare el almuerzo.

Percibo un movimiento a mis espaldas y me giro, tengo ya una mano en la puerta. Mi mejor amiga me observa con curiosidad, se nota que todavía no está del todo despierta.

Mila abre la boca y llama mi nombre en un susurro, es una pregunta; ella tampoco ve bien sin sus lentes. Creo que quiere saber que estoy haciendo y que no está ni siquiera segura de que soy yo.

Agito una mano en el aire a modo de saludo. Ella sonríe y vuelve a cerrar los ojos, es posible que ni siquiera recuerde haberme visto.

Me marcho en silencio y con una sonrisa. La celebración me ayudó a levantar el ánimo. Siento mi corazón más relajado que en los días pasados, los hombros con menor peso. Algunas preocupaciones se alejaron ya.

Puedo afirmar que no perderé a mis amigos. No importa si me quedo en la ciudad o si me voy. Podremos vernos en vacaciones y en festividades. Podremos conversar por teléfono y a través de las redes sociales. Es más, en algún momento de la noche incluso comenzamos a planear un viaje grupal a la playa para el siguiente verano; no el que se aproxima raudo, sino el que le sigue. El primer verano luego de un año separados.

No puedo esperar.

No puedo esperar

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El chico de las mil gorras (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora