CAPÍTULO 26 - VIERNES

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La camisa que me ha prestado Julián para usar el día de hoy me queda ridícula porque él es más alto que yo y de complexión un poco más robusta, lo que hace que su ropa se me vea uno o dos tallas demasiado grande. Pero tendré que lidiar con ello. Me probé la camisa antes de ir a dormir por si acaso. No puedo asistir a la escuela dos días seguidos con la misma apariencia, la gente pensaría que soy un cochino que no se baña.

Estamos cansados, apenas si dormimos la noche anterior. Tuvimos una extraña conversación de amigos hasta la madrugada, una entre hombres; fue algo nuevo para mí, en especial porque ambos somos muy distintos, porque hasta hace algunos meses ni siquiera nos hablábamos.

Después de cenar, él se recostó sobre su cama y yo me acomodé lo mejor que pude en un saco de dormir en el suelo de su habitación. No me apabulló con preguntas o sermones, sino que esperó a que yo me desahogara. Aguardó a que terminara de explicarle sobre lo ocurrido y cómo me sentía al respecto antes de interrumpir.

Siento que la confianza entre nosotros se ha afianzado más que nunca.

—¿Y si nos tomamos el día libre? —sugiere él cuando el despertador suena por segunda vez—. Mi cerebro necesita descansar. Yo no pude quedarme en casa toda la semana como hiciste tú.

—Sabes perfectamente que estamos obligados a ir. Hoy es el último ensayo de la graduación —murmuro, resignado. A mí también me encantaría esconderme bajo las mantas todo el día... toda la vida.

—¡AAAHG! —Julián se cubre el rostro con una almohada y grita, frustrado—. A nadie le importa la estúpida ceremonia. Solo queremos la fiesta.

—Tenemos que ir —insisto con una sonrisa—. Luego podemos tomarnos la semana que viene de vacaciones. Es el último día de clases normales. Es más, podemos ir a la escuela por el ensayo y luego pasarnos el resto de las clases sin hacer nada.

Julián bufa. Se sienta de repente y se frota los ojos.

—Me alegra que al menos estés de mejor ánimo que anoche —admite él—. Me tenías preocupado. Eres un llorón, ¿sabes? Mila me rechazó tantas veces que no las pude contar, ¡y mira ahora! Todo salió bien. —Bosteza.

—Ya te dije que no es lo mismo —repito—. Debe odiarme.

—¿Te ha llamado?

—No sé, apagué el teléfono después de decirle a mamá que me quedaría aquí. Tengo miedo de revisar —admito.

Julián bufa, exasperado. Le cuesta tener paciencia conmigo.

—Eres un idiota, dame tu móvil y me fijaré por ti —invita él. Extiende su mano hacia mí y vuelve a bostezar.

—No —niego de inmediato— No estoy listo para enfrentarme a lo que me haya dicho... o a su silencio si es que ni siquiera ha intentado comunicarse conmigo. Prefiero no saber.

—¡Agh! ¡Eres imposible! Si estuviera más despierto, te golpearía —asegura Julián—. Es obvio que Matías está loco por ti, se nota a kilómetros de distancia. Si no reaccionó fue por la sorpresa nada más.

—No sé, no sé —niego—. No quiero pensar en ello ahora, ¿sí? Me gustaría disfrutar de los últimos días de escuela y del fin de semana con amigos. Luego de la graduación lo enfrentaré, lo prometo.

Me pongo de pie y camino hacia el interruptor. Enciendo la luz de repente, nuestros ojos deben acostumbrarse al cambio.

—¡Te odio! —bromea Julián. Se cubre los ojos con la almohada otra vez—. La próxima, avisa si vas a hacer eso.

El chico de las mil gorras (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora