CAPÍTULO 19 - VIERNES

2.2K 406 200
                                    



—La Tierra llamando a Gabriel. La Tierra llamando a Gabriel, ¿me copian? ¿Hay vida inteligente por ahí? —llama Mila. Sus manos se mueven frente a mi rostro con impaciencia.

—¿Me hablabas? Perdón estaba distraído —admito.

El trabajo de biología descansa sobre mi regazo, debajo del gato. ¿Cuándo fue que Tobías se subió a mis piernas? No lo noté. Las fotocopias están arrugadas y mi lápiz ya no se encuentra entre mis dedos.

Parpadeo varias veces con prisa, confundido. Llevo unas cuantas horas en este limbo entre estar presente y ausente, entre la realidad y los pensamientos que no dejan de atormentarme. Todavía siento incomodidad por lo eventos del día anterior.

Ayer estuve literalmente en brazos de Matías, también lo invité al baile de graduación. Dicho así, parece un cuento de hadas en el que nada puede salir mal. Pero no fue así como ocurrió todo. Y, sin embargo, mi imaginación crea fantasías en las que sus manos se posan en mi cintura al ritmo de una melodía lenta en el gimnasio de la escuela. Los dos usamos trajes similares, él lleva una flor blanca en el saco y su gorra deportiva preferida.

Suspiro.

—¡GABRIEL! —grita Mila, insistente.

He vuelto a distraerme.

—Perdona. Debe ser el analgésico que tomé para el dolor de espaldas, me tiene atontado —miento.

Mi mejor amiga arquea una ceja, claramente incrédula. Todavía no tuve oportunidad de contarle lo que ocurrió con el entrenamiento, solo le mencioné mi pequeño accidente. Prometí que hablaremos al respecto apenas terminemos de hacer este trabajo escolar para los chicos.

Y sí, estamos ayudando a Julián y a Tristán a no reprobar biología para que puedan graduarse con nosotros.

—Hay que terminar con esto antes de la cena, lo tienen que entregar el lunes a primera hora —se queja Mila—. Todavía nos queda el último punto.

—Espera, ¿qué? —consulto de repente, la interrumpo—. Pensé que íbamos por la mitad más o menos.

—Mientras tú delirabas yo ya hice el resto. Me queda nada más la gráfica que no me sale. No puedo hacer una línea recta ni con regla. ¿Me podrías ayudar? Yo voy a ver si las fotocopias tienen salvación o si ya se arruinaron. Mueve al gato —ordena.

¿Cuánto tiempo pasé concentrado en Matías? De seguro más del necesario, ¡qué vergüenza! Me pregunto si en mi rostro se habrá notado mucho lo que imaginaba, ojalá que no.

—¿Y ahora por qué demonios te sonrojas? —Mila palmea el hombro.

Lo hice otra vez.

—Nada, lo juro. Debo tener fiebre.

—Sí, seguro. Lo que digas. —Me hace saber que no cree en mis mentiras—. Termina con tu parte así me cuentas qué ocurrió ayer. Estás más soñador que nunca y eso me mata de intriga. Algo me ocultas, yo lo sé.

—¿Intuición femenina? —pregunto mientras tomo a Tobías y lo muevo para dejarlo recostado sobre la almohada.

—Intuición femenina —repite Mila—. No te salvarás de explicarme lo ocurrido.

Limpio mis gafas con el borde de la camisa que llevo puesta antes de recoger los papeles. Los ordeno cuidadosamente y busco la consigna que habla sobre la supuesta gráfica. Al hallarla, la leo varias veces por si acaso, parece un asunto sencillo. Bien. No puede tomarme más de cinco minutos.

El chico de las mil gorras (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora