CAPÍTULO 5 - VIERNES

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No seré el chico más inteligente del mundo, pero siempre me las ingenio para organizar mis clases de forma tal que los viernes pueda salir temprano. Después de lidiar con toda una semana de tedio, me encanta poder empezar con el fin de semana.

¿A quién no?

Organicé toda mi vida escolar desde el primer semestre en la secundaria —hace ya algunos años— para que llegado este momento, la última temporada antes de la graduación, mis viernes sean tranquilos.

Tengo tres clases breves en la mañana, el almuerzo y una hora en el club de Teatro, donde ayudo con la iluminación y apertura del telón.

Luego, llega la libertad. El fin de semana que comienza mucho antes para mí que para mis amigos.

Y hoy, tengo bastantes cosas que hacer.

Regreso a mi hogar con prisa, arrojo la mochila por la ventana de la cocina que mi abuela nunca cierra y luego monto mi bicicleta para ir al centro de la ciudad. Necesito comprar todo lo necesario para ir a acampar mañana.

Me pasé todo el almuerzo revisando listas de elementos infalibles en internet y creo que sé qué es lo que tengo que comprar.

Lo primero es una mochila más grande donde podré poner las demás adquisiciones.

Mi primera opción fue hacer todas las compras en el centro comercial, pero sé que allí los precios serán más altos que en otros sitios, así que al final opté por ir al supermercado más grande de la zona. Ahí venden de todo un poco.

Estaciono en un rincón destinado a bicicletas y coloco la cadena para que no me la roben, luego, ingreso. Hace años que no vengo a este lugar, mi madre se encarga de todas las compras para la casa y yo suelo escoger mi ropa por internet que es más rápido —más económico y con más variedad—. Además, a veces encuentro camisetas de mujer que me fascinan y que no me atrevería a comprar en la tienda real. Se ven iguales cuando me las pongo, pero no están diseñadas para hombres y sería humillante ir al probador con ellas.

¿Por qué la ropa de mujer es más linda que la de hombres? Nunca lo entenderé.

Recorro el supermercado con paciencia porque no tengo ni idea de dónde está cada cosa que necesito. Es más, de seguro tendré que preguntarle a algún empleado por la ubicación de ciertas cosas.

Me tomo mi tiempo con cada cosa.

Las mochilas son horrendas, todas iguales entre negras, grises y azules. Nada tiene personalidad, ¿pero qué más podría esperar de esta clase de lugares? No vengo a comprar moda, vengo a comprar practicidad.

Resignado, escojo la más amplia y continúo con la travesía.

A mi paso tomo bloqueador solar, repelente de insectos, una batería extra para mi teléfono, una gorra deportiva como las que usa Matías y...

¿Qué estará haciendo él ahora? ¿Les dará clases a otros chicos más lindos que yo? ¿O a chicas de esas que se ponen ropa sensual para ir al gimnasio y que todos las miren? No lo veré hasta la semana que viene y ya no recibiré más correos electrónicos suyos.

Lo extraño.

—¡Más cuidado! —Se queja una mujer contra la que acabo de chocar.

—Disculpe —murmuro. Sé que es mi culpa por doblar sin siquiera haber mirado.

Sigo mi camino mientras veo qué comprar. Mi madre me ha dado dinero extra para esta excursión. Le agrada que yo pase tiempo con mis amigos porque dice que ella siempre fue muy solitaria.

El chico de las mil gorras (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora