CAPÍTULO 10 - MIÉRCOLES

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Anoche soñé con Matías; me esperaba con un paraguas y un ramo de flores en medio de la lluvia, fuera de la escuela en el día de la graduación. A su lado, los tres gatos maullaban a coro. Lo sé, es absurdo.

Pero hoy también, durante todo el día, soñé despierto con él. Con todas las miles de posibilidades y los "¿y si...?" sobre anoche. ¿Y si lo hubiera besado en el vehículo? ¿Y si aceptaba quedarme en su casa? ¿Y si lo invitaba a pasar a la mía?

¿Y si...?

Pero nada de eso pasó, y por ello es que no puedo evitar fantasear con los diversos escenarios. No es que me arrepienta de haberle dicho que mejor lo dejábamos para otro día, es solo que me vence la curiosidad. Si alguna de mis decisiones hubiera sido otra, quizá ahora estaría saliendo con él. O quizá no volvería a verlo nunca más si es que él no me correspondía.

Me pregunto qué estarán haciendo las otras versiones de mí mismo en múltiples líneas temporales. Estoy seguro de que un Gabriel fue demasiado obvio en las duchas y terminó abofeteado. Otro Gabriel besó a Matías bajo la lluvia y está muy feliz en estos momentos. Es posible que haya varios Gabriel(es) que se quedaron a dormir en la casa del chico de las mil gorras; unos estuvieron incómodos, otros la pasaron genial. Y estoy yo, en esta cronología, que no hice absolutamente nada. Dejé que todas las oportunidades pasaran de largo otra vez; lo único que logré fue proponer una salida para el sábado que quizá nunca sucederá. Soy un idiota.

Y tengo que dejar de mirar películas de ciencia ficción con universos alternos y demás.

Miro el reloj en mi teléfono y suspiro. Prometí esperar a Victor a la salida de la escuela para ir a su casa. Va a intentar enseñarme cómo hacer animaciones simples para que pueda implementarlas en alguno de mis varios proyectos de videojuegos. Por ahora, quiero hacer algo pixelado, mis habilidades artísticas son nulas para cualquier otra cosa.

Aguardo con paciencia, sentado en las escalinatas de la escuela. Nos marcharemos pronto.

—¡Gaby! —La voz de Victor llega a mi espalda.

Me pongo de pie de inmediato para ayudarlo. Sé que no es mi obligación y que él puede moverse solo, pero siempre me han enseñado que uno tiene que ser amable con los demás cuando puede.

—¡Hey! —saludo con una sonrisa—. ¿Qué tal tu día?

Me posiciono detrás de la silla de ruedas y lo guio por la rampa lateral.

—Bien. Aburrido, como siempre. —Se encoje de hombros—. Y con mi mejor amigo enfermo, ni siquiera tengo con quién jugar online debajo del escritorio cuando nadie nos ve —bromea.

—¿A qué juegan? —consulto, curioso.

Victor es la única persona que conozco que disfruta de los videojuegos como yo; no solo se interesa de cosas generales como los demás, sino que está al tanto de las noticias, de las actualizaciones, de los rumores y de muchísimo más. Tiene una colección enorme en su hogar. Yo siempre me consideré un buen gamer con mi pequeña estantería llena, pero este chico podría poner una tienda. Tiene tantos juegos y consolas que no puedo ni calcular el dinero invertido en ellas.

Me dijo una vez que es porque sus padres lo consienten mucho. Victor era un buen deportista para su edad, pero arruinó sus piernas por salvarle la vida a su hermano. Por eso es que toda la familia lo considera como un héroe y, quizá por lástima o tal vez por admiración, le compran cualquier cosa que desee.

—Ahora mismo estamos tratando de subir de nivel en Arena of Valor, es como League of Legends pero para teléfonos —comenta.

—No lo conocía, quizá luego lo pruebe —admito.

El chico de las mil gorras (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora