SERGUEIV Y DIMITREI -3° Parte-

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—¡Canciller! ¡Canciller! ¡Responda por favor!

Cuando Sergueiv abrió los ojos con mucha pesadez, lo primero que vio fue el rostro preocupado de su Jefe de Seguridad, Alesko Kuznetsov, que trataba de reanimarlo.

—¡Llamen de inmediato una ambulancia! ¡Tenemos que trasladar de emergencia al canciller! —Gritó el escolta al personal de servicio de la casa.

—¡NO! ¡No llamen a nadie!

Todos los presentes se sorprendieron al ver a Sergueiv Koslov ponerse de pie y sujetar a Kuznetsov. El alfa se dio vuelta hacia la recámara de Dima y notó que aún estaba la puerta bloqueada con el mueble, lo que significaba que su hermano menor aun permanecía adentro.

—Saca a todos los empleados de aquí, y no llamen a nadie...

—Pero, canciller, usted está muy mal herido. ¡Necesita atención médica urgente!

—¡Haz lo que te digo! ¡No llames a nadie, Alesko! ¡Sácalos a todos de aquí! ¡A todos!

El escolta estaba muy confundido, pero le obedeció. Quienes estaban presentes eran dos mucamas y tres empleados de la casa que al iniciar sus labores esa mañana se encontraron con la sangrienta escena del canciller inerte sobre un charco de su propia sangre. Creyéndolo víctima de alguna especie de atentado, llamaron a su Jefe de Seguridad.

Sergueiv, aun mareado y mal herido, miró a su alrededor y comprendió que ya era de día; su naturaleza de licano le permitía reponerse de heridas graves, aunque no del todo porque fueron provocadas por otro de los suyos.

—¿Qué sucedió, canciller? ¿Algún intruso?

—No. Fue...un accidente. Pero no podemos permitir que esto trascienda. Llama a mi asistente, dile que tuve un ligero percance domestico y no asistiré hoy...y quizás no vaya por unos días a la cancillería. No le des más detalles.

—Pero...

—¡Has lo que te digo, Alesko! Estoy bien, pero lo que me pasó no debe trascender de nosotros. ¿Hablé claro?

—Sí, señor.

Mientras el escolta se comunicaba con la cancillería, Sergueiv se dirigió al baño de su habitación. Allí frente al espejo del lavabo pudo ver la profundidad de su herida: Era más que evidente que fue producto de enorme mordida, que aunque ya comenzaba a cicatrizar y no sangraba, mostraba un horrible desgarro de piel y músculos que casi acaba con su vida. Poco faltó para que la mordida de la bestia le hubiese dejado la cabeza colgando de tiras de carne.

—¡Mierda! ¡Por poco me mata! —Exclamó Sergueiv al ver su herida.

Quién también estaba aterrado era Kuznetsov, Al ver con detalle la herida del canciller. Sergueiv observó en el espejo el reflejo de hombre aterrado a sus espaldas; pero con toda calma se dio vuelta y empezó a darle órdenes:

—No te asustes, ya estoy bien. Trae un medikit y llama a Ivan Petrov, Dile que venga de inmediato. No permitas que ningún empleado suba hasta acá; Invéntate cualquier excusa para calmarlos, pero sácalos de la propiedad. No quiero a nadie aqui que no seas tú.

—¿Cómo se hizo eso...?

—¿Qué no me estás escuchando? ¡Haz lo que te ordené! ¡Ahora!

Mientras el hombre se retiraba, Sergueiv se quitó toda la ropa ensangrentada y se metió a la ducha para lavarse. Al salir de allí se puso ropa limpia rápidamente y salió de su habitación, para comprobar que en efecto, su hermano menor siguiese encerrado.

Un licano no podía permanecer en su fase "bestial" por mucho tiempo, por tanto Dimitrei Koslov tenía que haber regresado a su forma humana. El alfa se acercó a la puerta y trepándose sobre el mueble, puso su oído en esta para intentar escuchar alguna señal del furioso omega.

"El Abrazo de la Luna" - Historias de LobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora