—Así qué... ¿Estás ahora en una nueva "unidad"? ¿Ya no eres un SEAL? —preguntó con mucha curiosidad la joven de cabello rojizo, mientras bebía una gran taza de té.
—Bueno... No, ya no soy un SEAL. Sigo siendo parte de las fuerzas armadas, pero ahora tendré misiones y objetivos muy distintos. Le respondió Keith a su esposa.
La joven pareja se encontraba desayunando plácidamente, en su cómodo departamento. Keith y Sara eran una típica pareja de recién casados, con todos esos sueños y metas con los que cualquier matrimonio inicia. Pero aunque la bella y dulce Sara conocía bien los riesgos que asumía su Keith como Marine, algo le inquietaba de este "ascenso" y cambio de unidad.
—¿ Y a qué tipo de "misiones" irás ahora? —Continúo indagando Sara.
—¿Estás tratando de sacarme información confidencial de este gobierno, amor? Te recuerdo que soy un hombre entrenado para soportar las torturas más dolorosas y cruentas, y no revelar ni una palabra de mis misiones. —Le respondiendo Keith bromeando.
—¡Pues no, señor soldado! Sólo quiero saber que tanto arriesgará su vida esta vez el hombre que amo.
Keith se levantó de la mesa, y se puso de pie detrás de su esposa para abrazarla con mucho amor. Comenzó a hablar con ella un poco más serio:
—Sabes bien los riesgos que corro, no voy a mentirte. Pero no quiero que olvides quién soy: Estoy muy bien entrenado, y soy de los mejores, cariño. Además las personas que me rodean son realmente de élite. Asi que tú no tienes nada que temer. Los terroristas, si.
—¿"Terroristas"? ¿Cómo esos que se adhieren explosivos al cuerpo y se explotan matando a mucha gente inocente a su alrededor? ¿Justo a esa gente te vas a enfrentar? —Sara se preocupó aun más ante esa amenaza.
Keith sonrió. Amaba que su esposa fuese tan perspicaz y que se preocupara por él. La soltó, y tomó una taza de café apresurado.
—Sara, amor... ¿Olvidas que soy francotirador? ¡Nadie va a explotar al lado mío! Quienes si van a explotar son mis superiores si llego tarde a mi primer día en la unidad especial...
Keith terminó de beber su café y fue a la sala a recoger su bolso. Sara le seguía con pesar.
Antes de irse, le dio un largo beso, de esos que se quedan en los labios muchos días:
—¡Estaré de regreso pronto! Son sólo un par de semanas. ¡Y deja de preocuparte! Apenas soy un novato en esta unidad y voy a estar de entrenamiento.
—Está bien. Pasará unos días casa de mamá, así no me aburriré aquí sola. —Le respondió Sara disimulando su tristeza.
—Pues me le mandas saludos a la suegra...
Keith se despidió así de su esposa. Al salir del edificio rumbo a la base donde debía reportarse, se le hizo un gran nudo en la garganta: Iba directo a enfrentar cara a cara a los demonios de su pasado.
***
—¿Nervioso? —Le preguntó un caballero de traje marrón y lentes de pasta sentado a su lado.
Keith, algo tímido, afirmó con la cabeza. Luego de dos horas de vuelo, y un trayecto de al menos 2 horas y media más en un comboy; al fin había llegado a la Unidad Especial del comando 32. Aunque al ser traslado a una de las oficinas, se extraño de encontrarse allí esperando instrucciones, junto a un grupo de civiles que al parecer también iniciaban actividades en la Unidad especial ese día.
—¿Civiles? ¿En un Comando Elite? —Keith les observaba detenidamente con mucha curiosidad.
—Mi nombre es Claus, ¡mucho gusto! —El desconocido le extendió la mano, la cual estaba bastante sudada— ¡Oh! ¡Lo siento! Es que... No puedo evitar sentirme nervioso estando en un lugar así. Me imagino que para alguien como usted es...normal. ¿Cierto?
ESTÁS LEYENDO
"El Abrazo de la Luna" - Historias de Lobos
Hombres LoboADVERTENCIA Esta historia contiene: *Licantropia. *Relaciones homosexuales. *Incesto. *Una "pizca" de GORE. *Humor negro. *Muerte de personajes. *¿Omegaverse? Su lectura puede causar ADICCIÓN. Léala bajo su propia responsabilidad. "El Abrazo de la L...