II. Sin vista

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Mis músculos se tensan a la espera de su siguiente movimiento. Noto que el peso de su cuerpo cambia y su aliento en mi oreja me susurra que cierre los ojos. Sin pensarlo, mi cuerpo reacciona ante su orden al segundo. Está tan acostumbrado a obedecerle, que es automático. No discuto, obedezco. Mis entrañas saben que si le hago caso la recompensa será increíble. Sus manos de dedos largos y firmes desatan con precisión milimétrica el nudo del pañuelo y mi mordaza consentida se afloja. Inconscientemente un sonido gutural, un ronroneo de placer escapa de mi garganta y noto como él reacciona incrementando la dureza que ahora siento presionando mi abdomen.

Justo cuando creo que el juego ha acabado y vamos a volver a caminos más estándar, me acaricia con el pañuelo los labios, la nariz y las mejillas, y se detiene en mis párpados firmemente cerrados cumpliendo sus deseos. Coloca la prenda con maestría y como si fuera un buen marinero otro nudo aparece, pero esta vez cubriendo mis ojos.

Privada del sentido de la vista, esta vez por obligación, se agudizan los sonidos a mi alrededor, su olor me inunda. Ese aroma que reconocería en una habitación atestada de gente, se desplaza hacia arriba, y se aleja. Quiero preguntar dónde va, pero no me atrevo, recuerdo que ya puedo hablar pero no sé si tengo permiso. Aunque mis palabras mueren en mis labios antes de ser pronunciadas, ya que el aroma ha vuelto, y con él la caricia de algo suave y fuerte contra mis labios entreabiertos por la sorpresa. Una suave presión me incita a abrirlos y a recibirle. Saboreo su aroma, y noto como con cada roce de mi lengua, vibra y se estremece. Le estoy volviendo loco y lo sé. Es mi turno de llevarlo al abismo y lo aprovecho. Presiono mis labios formando un aro perfecto envolviéndolo, y aprieto y suelto rítmicamente, acaricio con mi lengua su punta y vuelvo a presionar, lo justo para que suelte un improperio. Para que mi nombre se le escape entre jadeos y me ordene que pare.

Sé que tiene otro planes, siempre le gusta acabar dentro de mí, notar mi calidez mientras llega su momento de gloria, pero yo tengo otros planes. Es su juego, son sus reglas, pero ahora yo mando porque estoy dominando su placer. Incremento la intensidad de mi movimiento, y le aprieto los testículos que ya rozan mi barbilla. Con mi mano libre, pellizco y masajeo mientras le sujeto por detrás para evitar que se aleje. Ahora mando yo. Y sin poder resistirse más, rindiéndose al placer que lleva un rato conteniendo, muerde mi hombro desnudo para que sus gritos no despierten a nuestro vecinos de hotel. Convulsiona y jadea. Su sudor pegado en mi pecho mientras se retira de mi boca, aunque yo sigo lamiendo con deleite, golosa. Con mi vista aún anclada en la oscuridad, un escalofrío recorre mi espalda cuando sus dientes mordisquean levemente uno de mis pezones, lo atacan sin piedad. Y sé que voy a pagar caro mi osadía de imponerme en su juego. Me he portado mal, pero tengo la esperanza de que ahora llegue mi turno prometido...

Perdida en élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora