XVII. Respirando tu ausencia

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Y el teléfono sonó, cortando nuestro desvarío que parecía no tener límite. Era Javi. Tenía un sexto o séptimo sentido para saber cuándo necesitaba que la cordura volviera en mí. Esta vez me llamaba porqué me habían nominado para un premio dentro de la categoría a la mejor canción. Mi nombre había sido votado para estar luchando por el galardón en los 40 Music Awards. Por fin una buena noticia, sin doble filo. Ganara o no, el estar encumbrada en esa posición entre artistas de primer nivel supondría un nuevo espoleo a mi carrera. Eso era lo importante. Mi vida era mi música. Ella nunca me había defraudado. Tenía que recuperar perspectiva y dejar de ocupar mi mente en otros"asuntos" que me pudieran distraer. Mi precioso piano de cola me aguardaba en un rincón del salón, esperando a ser acariciado como hacía cada día. Era mi rutina, y por él la había descuidado. Poco más de 24 horas devuelta, y él ya había cambiado algo.

Agradecí a Javi que me hubiera llamado para informarme, y le despedí prometiéndole reunirme con él al día siguiente en el estudio. Debíamos ensayar la canción propuesta porqué si ganaba tendría que defenderla en el escenario. Debía estar perfecta. Aunque por supuesto que lo estaría. Era una de mis composiciones más viscerales. Sus acordes salieron de mi alma, sus letras surgieron desgarrándome. Podría cantarla en cualquier lugar, y no podría olvidar su melodía ni aunque lo intentara.

"Respirando tu ausencia" se adentraba en mí misma como ninguna de mis otras composiciones. No creía que fuera casualidad que hubieran seleccionado precisamente esta canción. El público la había convertido en un éxito des del momento que sus notas irrumpieron en la primera emisora que la lanzó al aire. El imaginario colectivo decidió quién era el protagonista de la ausencia, y no se equivocaban. Nuestra historia había sido pública, y muchos sabían más que nosotros de nuestras propias vidas. Habían decidido que se convirtiera en el himno de las relaciones fracasadas. Era bonita. Dulce y desgarradora. Tenía un crescendo brutal que me dejaba las cuerdas tensas para el resto del día, por eso acostumbraba a cantarla en último lugar en mis conciertos. Después de ella, ni el público ni yo quedábamos en condiciones de continuar ni emocional ni físicamente.

Mañana la ensayaría un par de veces y decidiría con Javi otros aspectos de la gala. A pesar de los años transcurridos y de la infinidad de actos de este carácter a los que había acudido, aún me resultaban intimidantes, no me sentía cómoda. Sin su mano protegiendo la mía, y su mirada recordándome lo bella que estaba mientras me hacían posar a lo supermodelo en el photocall,mis inseguridades emergían y se apoderaban de mí ante tal derroche de sobre exposición. Sin tener a alguien que acabara mis frases a veces inconexas y les confiriera significado ante los micrófonos, las pequeñas entrevistas que se realizaban en la presentación se convertían en un suplicio. Por esa razón días antes de las galas siempre intentaba con Javi repasar los temas de actualidad en mi vida que los periodistas podían querer indagar. De esta manera, cuando la pregunta comprometida llegaba, yo tenía ya una perfecta respuesta ensayada con las palabras de mi hermano y el pánico no me atenazaba. Era como una función de teatro. Los días previos ensayaba, y el día de la gala solo me tenía que ocupar de sonreír, recitar el guión e intentar no matarme con los tacones si el estilismo los requería.

Colgada la llamada, Aitana corrió a mis brazos para felicitarme, no habían podido evitar escuchar las palabras precisas y habían deducido a la perfección el motivo de la llamada de mi hermano. Roi fue más cauto, y se acercó con una sonrisa, tenía los ojos aún llorosos del ataque de risa anterior, me dio un abrazo y me dijo al oído que estaba orgulloso. Eras mis amigos. Mis hermanos de elección. Habían formado parte de mi vida desde que el programa nos reunió, y habían elegido quedarse en ella desde entonces. Después de tantos años. Después de todo.

Una nueva campanita nos sacó de nuestra burbuja, mientras jugábamos a adivinar quién estaría nominado en mi misma categoría, en las otras, qué artistas asistirían, que pondrían de catering... el sonido repetitivo rompió nuestro parloteo y corrimos hasta nuestros móviles. Era el mío. Otra notificación. Silencio en la sala. Temblorosa, los miré, y con un gesto me infundieron ánimos. Abrí la notificación, la seleccioné, y un nuevo mensaje directo se abrió para mí. Lo leí en silencio, y sonreí. Roi y Aitana esperaban mi reacción y el contenido del mensaje. Cotillas. Me hice de rogar. Cerré el móvil y me dirigí de nuevo al sofá haciendo el amago de continuar nuestra conversación banal sobre la gala de los premios. Obviamente no me dejaron. Me acompañaron al sofá, y Aitana me instó a no ser bruja y a explicarle qué ponía el mensaje. Era obvio que era de él, y era obvio que éste me había gustado más por el modo en que mis labios aún guardaban un atisbo de sonrisa.

Abrí el móvil y les dejé leer.

"Imagino que estarás muy ocupada, pero necesito saber a qué hora y dónde quedamos mañana. Tengo que organizarme el día y sabes que improvisar no me gusta. Por favor, dime algo."

Aitana no entendía el motivo de mi sonrisa, volvía a ser un mensaje corto, plano, escrito sin más. No había palabras especiales, ni muestras de cariño o afecto. Para ella hasta se podía considerar rudo, necesitaba organizar su agenda y punto. Roi no se pronunció. Esperó a que yo hablara, pero yo callé. Mis sensaciones era mías. Necesitaba guardarlas para mí. Sabía de antemano cuales iban a ser las palabras de mis amigos si las comentaba. No quería oírlos. Llevaba años viviendo en pausa, sin permitirme alegrarme o disfrutar en demasía, y ya estaba cansada. Estos dos últimos días habían supuesto para mí emociones en estado puro, buenas y malas, pero experiencias al fin y al cabo. Verle en la cafetería me había activado, sin pretenderlo él había dado al play y mi vida había vuelto a transcurrir con colores. Ya no era todo gris y negro, ahora entendía los matices. En 24 horas había vivido miedo,excitación, nerviosismo, tristeza, sorpresa, alegría, alivio, energía, sopor,amistad, amor, decepción... tantas cosas! No había sido consciente de cuánto había echado de menos ser capaz de sentir ese carrusel de emociones. Cuánto había echado de menos vivir.

Aitana tenía razón, era un mensaje anodino. No había sido pensado en exceso. Pero yo le conocía bien, como él mismo reflejaba en su texto, y estas palabras habían surgido de la impaciencia de la desesperación. Él también se sentía vulnerable. Le gustaba tenerlo todo bajo control, y que yo no le hubiera dado respuesta inmediata, le había descuadrado. Había podido deducir que iba a estar pendiente del móvil, puesto que yo había iniciado nuestro intercambio, y sabía que estaría nerviosa por su reacción. Por lo que no entendería el motivo de mi demora. Necesitaba confirmar que no me iba a arrepentir, que no iba a dar marcha atrás. Estaba nervioso. Realmente deseaba esa conversación. Y yo se la iba a conceder.

Perdida en élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora