Hessdalen: Exilio

Prefacio

En Noruega hay un valle llamado Hessdalen. En ese extenso y pacífico paisaje de bosques boreales, se pueden apreciar circunspectos montes y profundas hondonadas; cerca de la aldea, que apenas consiste en casas sencillas separadas unas de otras y una iglesia igual de humilde, corren las aguas gélidas del río Hesja.

Ese sitio por años ha sido estudiado debido a las luces suspendidas que se han vuelto parte de la vida cotidiana de los residentes. Investigadores, tanto del fenómeno ovni como de lo paranormal, así como instituciones científicas, han liderado proyectos para averiguar qué es lo que provoca que las luces aparezcan. Mientras los más escépticos han creado teorías como la peculiar composición del suelo que forma gases ionizados, hay quienes se aferran a la idea de que son bases extraterrestres e incluso portales a otras dimensiones.

Los avistamientos, que se empezaron a registrar a partir de la cuarta década del siglo XX, ya habían aparecido mucho tiempo atrás, en épocas en las que la simbiosis que existía entre humanos se rompió cuando el conocimiento iluminó la mente de unos cuantos, provocando la envidia que condenó a muerte a aquellos cuya relación con la naturaleza se creyó profana por quienes portaban el estandarte de una religión que quizá no comprendieron.

Muchos seres murieron por la ignorancia. Las criaturas que se consideraron paranormales fueron cazadas con el único fin de buscar su extinción, porque todos temen lo que no conocen y desprecian lo que es diferente.

Los pocos que sobrevivieron a esa purga se exiliaron a donde creyeron que estarían a salvo. El éxodo los llevó a tierras inhóspitas en las que encontraron un escondite, lejos de ese mundo y esas mentes pobres. Se refugiaron bajo una estela de luz que les dio la posibilidad de evolucionar a su ritmo, en una dimensión alejada de aquellos cuyas almas iban en retroceso.