El día del cumpleaños número cincuenta de Amethyst Zafereilis significó una buena oportunidad para que la élite de Hessdalen sacara a relucir sus mejores galas.
En el salón de eventos del Parlamento se reunió un aproximado de trescientos invitados que asistieron con gran algarabía. La afabilidad de la reina del Oeste le había dado gran cariño de la gente, tanto de su reino como de la capital, e incluso de otras tierras.
Después de la cena de cinco tiempos, y aún con el regusto de la bougatsa rellena de crema pastelera y acompañada con espuma de yogurt, los invitados pasaron al salón de espejos del Parlamento, donde un grupo de cámara amenizaba con melodías improvisadas, complaciendo las exigencias de la festejada.
Assa Landvik y Amethyst, que no habían podido charlar como acostumbraban por la evidente atención que recibió esta última, avanzaron entre los invitados con los brazos entrelazados, hablando sobre la pésima elección de algunos vestidos —incluido el de la tía de Rómanov, Duscha—, lo deliciosa que estuvo la cena, la pomposa decoración con lirios amarillos, el rubor rosado en las mejillas de la regordeta lady Vasile, lo galante y educado que se veía Theo junto a Evgenia y lo ridículamente tierno que se veía Oleg bailando con su hija cuando él, de entre todos los presentes, era el menos adepto a esa actividad.
—Annya ha ganado peso desde la última vez que la vimos, ¿no? —comentó la reina del Norte antes de tomar un sorbo de su copa alargada.
—Sí, se le ve mejor. Pero esa niña, así como lo gana lo pierde, si no es que más rápido.
Las dos miraron a la pareja que seguía danzando con pasos torpes. Pese a que muchos tachaban a la muchacha de enclenque y para nada una digna descendiente del gran Oleg Rómanov, este último le guardaba un profundo amor.
—Debe ser difícil, ¿no? —Ante la mirada confusa de Amethyst, Assa aclaró—: Perder a un hijo.
Cinco años atrás, la hermana mayor de la muchacha había muerto. Ese lamentable suceso, y la desaparición de Lotta, la esposa de Oleg, habían provocado que un hombre de por sí frío, se volviera más hermético y despiadado. Y si bien a él solo le partió el corazón que su retoño falleciera, también sintió pesar por lo de su mujer; pero no tanto por ella, sino porque le había dejado la crianza de una señorita en proceso y ese era un asunto en el que nunca tuvo intención de inmiscuirse.
—Espero que Annya sí logre reponerse —respondió Zafereilis, tratando de no pensar en la pregunta que le había hecho su amiga. No quería ni imaginarse lo que sentiría de perder a Theophilus. En ese momento, Garm Swenhaugen y su viejo padre cruzaban el salón, lo que hizo que la reina frunciera el ceño, juiciosa—: Con todos los recursos a su alcance no puedo creer que Garm no encuentre el problema. ¡¿Qué tan amigo se puede llamar de Oleg si no le interesa la salud de su hija?!
La indignación en el tono de la cumpleañera hizo que el vino se volviera amargo en la boca de Assa.
—Hace lo que puede, Amethyst —espetó, dándole el último trago a su copa mientras recordaba una conversación lejana sobre la sabiduría de la naturaleza que siempre buscaba alguna herramienta para erradicar a cualquier especie que pudiera volverse plaga—. Pero las afecciones...
—Cambian todo el tiempo —interrumpió—. Lo sé. —Calló por varios segundos porque, si bien no quería ser agresiva con Garm, la impotencia por no verlo enfocarse en lo importante le podía—: Es solo que, si yo estuviera en su lugar, haría hasta lo imposible por salvar la vida de la muchacha.
Para fortuna de Landvik, Lars se acercó a ellas con la intención de compartir una pieza con su esposa. El reciente mal trago se le fue tan rápido como llegó; de entre sus pasatiempos favoritos en las fiestas, ver a los reyes bailar era uno de los que más disfrutaba porque, a diferencia de todos los asistentes de esas fiestas pomposas, no se pavoneaban con vueltas esplendorosas ni movimientos elegantes. Ellos disfrutaban y se contoneaban como les apetecía en ese instante.
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Hessdalen: Exilio
FantasyTras ver su vida en peligro, Var Aneeta Odalyn Landvik, heredera del reino del Norte, es exiliada de su natal Hessdalen. No le queda otra opción que cruzar el portal que la llevará a un mundo del que su gente se alejó muchos años atrás. En compañía...