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George Harrison, 17 años.

─Mira... Allí va George Harrison, el raro de tu clase. ¡Vamos, vamos!

Estaba en mi casillero sacando mis libros cuando escuché a lo lejos mi nombre, casi por suerte. Miré a todos lados y al ver a lo lejos unos cuantos sujetos que doblaban mi tamaño sólo pude salir corriendo, cerrando mi casillero de forma brusca. Era algo de todos los días el tener que correr por culpa de una manada de descerebrados que me persiguen para hacerme daño sin razón alguna. Casi todo el tiempo lograba zafarme de las golpizas que en pocas ocasiones me han dado, ya que el sector de los casilleros quedaban casi al lado de la biblioteca, lugar donde pasaba la mayor parte del día y ya todos ahí me conocían, por lo cual era un tipo de refugio.

Sin pensarlo dos veces entré algo exaltado a la biblioteca, robando la atención de la bibliotecaria que allí había, su nombre era Pattie. Me llevaba muy bien con ella, eramos amigos desde ya hace un tiempo, pues comenzamos a hablar por una época en que estuve leyendo uno de sus libros favoritos, ella lo notó y comenzó a hablarme, aunque resultaba raro para mí llegamos a entablar una gran amistad.

─¡George! Casi me matas de un susto, dios mío.─ Dijo sobresaltada mientras se aferraba a su café, siempre era tan dramática.

Rodeé los ojos y fui a sentarme donde acostumbraba; un pequeño sofá individual que allí había, el cual era especial para mí porque estaba junto a Pattie y así podíamos charlar con comodidad, a la vez que compartíamos café y galletas. Sin duda era mi lugar favorito.

─Eran ellos otra vez... ─Suspiré agotado y Pattie sólo se dedicó a mirarme y ordenar un poco mi abundante cabello.─ ¿Crees que alguna vez se detengan?

─No lo sé, George. Nunca sabes qué esperar de estúpidos como ellos. ─Sonreí levemente al escuchar su respuesta, debido a que ella no era de insultar a las personas.

Los matones que me seguían siempre se rendían al verme entrar a la biblioteca, todo por el miedo que le tenían a Pattie. Si bien ella era del tipo de persona calmada, pacífica y tranquila, daba mucho miedo al momento de verla molesta. Definitivamente su apariencia de hippie no combinaba cuando eso ocurría.

─Espero que mi café esté listo.

─Al igual que las galletas. ─Dijo en respuesta y sacó ambas cosas. Mi café era uno bastante amargo pero a la vez dulce, haciendo una mezcla maravillosa con las galletas que yo hacía.

Le agradecí con una sonrisa y saqué de mi mochila unos cuantos libros de álgebra y trigonometría, junto a un lápiz y una goma ya bastante desgastada. Comencé a resolver cada uno de los problemas matemáticos con gran facilidad, hasta tomaba de mi caliente café mientras los seguía resolviendo. La verdad era que, aunque aquella materia se me hiciera sumamente fácil, siempre estudiaba y volvía a hacer los ejercicios de mis libros, los cuales ya los había resuelto por completo.

Mi mayor meta es ir a Oxford, mi sueño desde pequeño es entrar ahí y hasta el día de hoy sigue, aunque para algunos suene descabellado querer entrar en esa universidad por su alto costo y dificultad de ingreso, siempre seguís con esa meta en mi cabeza. Siempre me esforcé para poder tener un historial de calificaciones perfecto y así conseguir una beca en la universidad que tanto quería, pues al ser muy cara no podía pagarla de ningún modo, ni siquiera teniendo más de tres trabajos y con la ayuda de mis padres se me haría posible, así que debía ser la beca sí o sí. Pero siempre deben haber inconvenientes en los planes...

─¿Tomaste tu medicamento, verdad? Siempre lo olvidas, bobo.

─¿Oh?  ─La miré otra vez al llamar mi atención repentinamente, ya que estaba concentrado en mi tarea y al darme cuenta de lo que dijo, reaccioné asustado.─ ¡Oh, cierto! ─De inmediato busqué en el bolsillo de mi mochila una caja de pequeñas pastillas blancas, de las cuales saqué una y la tragué junto a un poco de café.

Cold Dreams [Starrison]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora