XXIX

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George Harrison.

La puerta de mi habitación se abrió de golpe gracias a mi cuerpo y al de David. Sentía que por toda la casa se escuchaban los chasquidos de nuestros besos gracias al silencio que en esta reinaba y eso hacía la situación sin duda más excitante.

Sus manos me acorralaron entre la pared y su cuerpo, él atacaba mi cuello como si de un vampiro se tratara, mordía y besaba con desespero, dejando marcas que demorarían días en sanar, mientras que yo colaba mis manos por su camiseta, aferrándome a su espalda, clavando mis uñas en ese lugar.

El alcohol siempre era el causante de situaciones de ese tipo entre nosotros, pero siempre había alguien que nos interrumpía cuando solo estábamos en la face previa.

Razón por la que aún seguía virgen a los dieciocho.

Muchas veces se había dado la oportunidad de no serlo en los últimos meses, sobre todo con David o gente que llegaba a conocer en fiestas, pero nada llegaba a permitírmelo por completo, siempre había algo dentro de mi diciéndome que eso que hacía estaba mal.

—David, espera...— Dije con voz jadeante, apartandolo un poco de mí. —Hey, detente.— Cuando al fin accedió a separarse, nuestras respiraciones estaban agitadas y al menos sus ojos tenían las pupilas tan dilatadas que con suerte su iris podía verse. —No creo que esto esté bien, somos amigos...

—Ahg, George.— Tomó su espacio entre nosotros y volvió a ponerse su camiseta, esa misma que yo me había encargado de quitar. —¿De nuevo con eso? Sólo será una follada, nada de nuestra amistad cambiará si llegamos a hacerlo, no hay sentimientos de por medio.

Era cierto lo que él decía, las veces que intentábamos hacerlo era sólo para intentar liberar el éxtasis que se creaba por la ingesta de alcohol, yo no sentía nada por él y él no sentía nada por mí. Comenzaba a pensar que eso que siempre me frenaba eran todos las ideas que alguna vez creé en mi cabeza, que a la persona que yo le entregara mi cuerpo debía amarme así como también le amaría,  no quería perderme por completo a mi mismo aún.

—Lo siento, es que... No me siento cómodo.

—Está bien, Geo.— Se encogió de hombros y rió un poco. —Tampoco es como si te fuera a obligar a hacerlo.— Dio un pequeño golpe en mi hombro y se dirigió hacia la puerta de mi habitación. —Me iré antes de que tus amigos lleguen.

Cuando me vi solo en mi habitación solté un enorme suspiro, hace meses que la soledad no era de mi agrado, por eso es que siempre intentaba estar con mis amigos de la banda,  metido en alguna fiesta o con Paul y John. Le eché un vistazo a ese lugar que parecía un chiquero, con libros de física tirados por todas partes, ropa sucia, mis guitarras, paquetes de cigarrillos y hasta mis patines, pero había algo que llamó notablemente mi atención.

La mitad de un peluche saliendo desde abajo de mi cama.

Caminé hasta allá y al momento de estar lo suficientemente cerca lo tomé y lo jalé, dejando ver a un mapache rellenito, de ojos enormes, pequeños colmillos saliendo de su boca y un poco de polvo en su superficie. Fue inevitable no sonreír un poco al sentir la oleada de recuerdos y sentimientos que un peluche podría traerme.

Richie...— Susurré el nombre del peluche mientras me dejaba caer en el suelo y limpiaba un poco su polvo. —Hace tiempo no te veía.

Ese peluche había sido mi consuelo en las semanas posteriores a la ida de Ringo, no había noche que no lo abrazara o día en el que no lo llevara a todas partes conmigo dentro de la casa, pero cuando decidí hacer cambios conmigo y olvidar a mi ex novio decidí olvidar ese pequeño recuerdo también, fue de las primeras cosas que metí debajo de mi cama para, según yo, no volverlo a recordar.

Cold Dreams [Starrison]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora