XXIV

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Richard Starkey.

No sabía como disculparme con George por no pasar por él en la mañana, me sentí la peor persona del mundo al verlo tan agitado en el corredor en el momento que llegó. Ni siquiera pude llegar a recordarlo, mi cabeza no servía para nada más que para pensar en Charlotte, mi padre y Londres.

Los abuelos de mi pequeña hermana se ofrecieron a cuidarla por el momento para evitar cualquier inconveniente que tenga que ver con mi padre, básicamente para protegerla.

A veces sentía que aunque por más que intentara llevar algo bueno y lindo con George algo intentaba interponerse. Pattie, mi padre, Londres, sus padres. Era una relación posiblemente imposible, pero aquello no era más que un pequeña motivación para seguir con nuestra corta relación.

Pero en ese momento no tenía en qué pensar más que en mi enorme problema, me tenía hundido en lo que eran mis pensamientos, con suerte si pude realizar mis clases con normalidad... No me estaba dejando espacio para pensar en mi bonito chico.

Y ahora, no tenía ni idea como decirle que por necesidad tenía que marcharme de Liverpool, estar lejos de él hasta que todo vuelva a ser seguro. Marcharme a Londres significaba no poder verlo a diario, no poder tomar su mano, no poder besar sus labios por un tiempo indefinido.

No se suponía que debía decirle eso tan pronto, pero él se precipitó en llegar al departamento de Maureen, con su bonito rostro golpeado y sus ojos rebosando en lágrimas.

Él estaba abrazado con fuerza a mi cuerpo, con su cabeza recargada en mi pecho, haciendo un intento por tranquilizarse, mientras que yo solamente intentaba buscar las palabras correctas para informarle tan drástica y necesaria decisión.

─Georgie... Quizás deba irme a Londres.

Levantó su cabeza de mi pecho al instante en que terminé de hablar, su rostro se puso más blanco que un papel y sus ojos de demostraban pánico.

─¿L-Londres?─ Fue lo único que logró articular, con su voz temblorosa, al igual que sus manos. ─Creí... Creí que no te irías, dijiste que n-no era necesario.

─Geo...─ Iba a hablarle, explicarle el porqué de mi decisión, pero al parecer él no quería escucharme en lo absoluto.

─¿V-vas a dejarme?─ Preguntó, con lágrimas rodando por sus mejillas. ─No puedes dejarme solo... Dijiste que ibas a protegerme, cuidarme.

Lo siguiente que escuché en los últimos cinco minutos fueron la repetición de las mismas palabras que él ya había dicho, seguido de constantes "no te marches, no me dejes" algo que sin duda ya me estaba colmando la paciencia. Me dolía en el alma verlo tan destruído, verlo de aquella forma me dolía más que nada, pero él no quería escucharme, no quería escuchar mis razones y sobre todo, la necesidad de marcharme de Liverpool.

Lo único que supe luego de haber escuchado su inagotable insistencia, es que mi boca necesitaba hablar, explicarme, pero tal vez no fue muy buena idea.

─Por amor al cielo, George. ¿Te estás escuchando? ─Dije, siendo eso suficiente para interrumpir su persistente letanía. ─¿Por qué piensas que me iré a Londres sólo para dejarte? Tengo problemas, George. Problemas que claramente no entiendes porque eres un niño.

Mi tono de voz era un tanto golpeado, demostrando que todo aquello había colmado mi paciencia. Sentía mi mandíbula apretada, tensa, tanto que mis sienes llegarán a doler.

Cold Dreams [Starrison]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora