XXIII

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George Harrison.

Era viernes, por fin. No podía estar más feliz por ello, pues la semana había sido algo pesada, estaba lleno de exámenes.

Sin más me levanté de mi cama con una gran fuerza de voluntad y me dirigí hasta mi armario. De ahí saqué unos pantalones negros, un suéter de cuello alto de color rojo burdeo y sin saber qué más agregar, tomé una camisa verde que era de John, por lo cual me quedaba más grande de lo que debería.

Una vez vestido me encaminé al baño que estaba junto a mi cuarto, pero al momento de salir de la habitación, escuché ruidos extraños venir de la cocina. Juraría que mi rostro mostraba una expresión de confusión total, cambiandola al instante por una de asco al escuchar un "¡John!" Con la inconfundible voz de Paul. Sin esperar me fui corriendo hasta el baño mientras me tapaba las orejas con mis manos. Había ganado otro trauma.

Tratando de olvidar aquello, tomé el pequeño frasco de mis pastillas que estaba en uno de los gabinetes y saqué una de ellas. Luego tomé un vaso que allí había y tras llenarlo de agua me tragué la medicación junto a una gran cantidad de esta.

─Ugh, siempre queda un sabor tan amargo.─ Gruñí apenas sentí el horrible sabor y sin esperar ningún segundo más comencé a cepillar mis dientes.

Tenía que apurarme, ya que Richard iba a pasar por mí y nos iríamos juntos a la escuela, aunque nos tendríamos que separar a unas cuadras antes de llegar. Tenía miedo aún por Pattie, nadie sabía qué podía hacer y al parecer quería arruinar mi relación a toda costa, a pesar de que yo no hice nada más aparte de quererla. 

Cuando ya había terminado de arreglarme bajé las escaleras con mucho cuidado, puesto que no quería encontrarme con sorpresas. Una vez llegué al primer piso vi que Paul estaba con una polera que le cubría hasta los muslos y John con un pantalón de pijama, ambos preparando mi almuerzo. Suspiré aliviado y me acerqué hacia ellos, para tomar mi desayuno y esperar a Richard. 

─¡Georgie, buenos días! ¿Dormiste bien? ─Preguntó Paul con una gran sonrisa, la cual correspondí.

─Sí, dormí bien. ─Revisé mi teléfono y no había ni un solo mensaje de Ringo, lo cual era extraño.

─Preparamos tu almuerzo con mucho cariño, George. ─Dijo john. Sí, pude enterarme de eso hace un rato.─ Debes comer bien porque después tienes que ir a ballet con Paul y más tarde les mostraré la coreografía nueva.

─Uhm... ─Sin prestarle mucha atención, volví a chequear mi móvil por si Richard había enviado algo, pero no.

─¿Me escuchaste, Geo?

─¿Ah? ─Levanté mi cabeza y vi la confusión en su rostro mientras me miraba.─ Eh... Sí, ballet y coreografía.

Sabía que no tenía por qué sentir miedo ante su falta de comunicación, es decir, podía estar ocupado con Charlie, ¿no? No era como si él tuviera que estar las veinticuatro horas del día pendiente de mí, y lo sabía. 

─¡Geo! ─Miré asustado a Paul por su grito tan repentino y le iba a reclamar por aquello, pero volvió a hablar.─ ¡La hora! ¡Debiste llegar a clases hace diez minutos ya!

Miré mi celular y efectivamente, iba tarde a clases por primera vez e igual como antes, ninguna señal de Ringo.

Me levanté con rapidez y tomé mi almuerzo para guardarlo en mi mochila. Me despedí de mis amigos con un breve abrazo y salí corriendo de la casa de John, olvidándome por completo de tomar mi abrigo y una bufanda.

No quería ser inseguro, no debía, sólo hay que pensar en todas las posibles situaciones para llegar a la razón de que Richard se haya olvidado de pasar por mí, porque sí, estaba consciente de que no lo recordó.

Cold Dreams [Starrison]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora