XXXII

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Richard Starkey.

Lo primero que vi en el momento en que abrí mis ojos fue la espalda de George, con sus lunares y su piel tan lechosa como lo era en el resto de su cuerpo. Dejé un par de besos en su espalda y me dispuse a levantarme, esperando no despertarlo, tenía pensando prepararle un desayuno especial y si él despertaba no me dejaría hacerlo.

Vestirme había sido toda una odisea, mi ropa estaba esparcida por toda la habitación y haberla buscado sin hacer ruido había parecido casi una misión imposible. Al momento de salir de la habitación todo estaba muy en silencio, al parecer John y Paul todavía no volvían de Londres y eso me aliviaba un poco, al momento de cancelar mi boda frente a todos los invitados no tuve tiempo de explicarles nada, pues tuve que salir corriendo de ahí porque tenía que viajar a Liverpool lo más pronto posible para encontrarme con George.

Creo que esa fue la mejor decisión que había tomado en mi vida; interrumpir un matrimonio que yo mismo había ocasionado para decidir compartir mi vida con mi verdadero amor.

Barbara me había dicho en la cara que me odiaba, pero eso no me importaba cuando la consecuencia de ese acto era estar con George, sonaba egoísta, pero alguna vez tenía que hacerlo, por primera vez buscaba mi felicidad antes que la de otros, y era paradójico que mi felicidad fuera la de mi amado también.

Cuando apenas llevaba sólo un par de pancakes hechos sobre la barra de la cocina, unos brazos me envolvieron de sorpresa y unos labios se colaron hasta mi cuello para descansar ahí. Sentía su perfume impregnarse en mi y sus inquietas manos pasando desde arriba hacia abajo en mi abdomen, parecíamos esa típica pareja cursi americana que siempre aparecía en las películas.

—Ve a sentarte, ¿sí, bebé? Esto estará listo en un momento.— Un beso en mi hombro fue la pequeña afirmación ante esa petición y segundos después, cuando él ya no estaba abrazandome, escuché un quejido. —¿Qué ocurrió?

Giré sobre mi lugar con dos platos para ponerlos en la mesa, pero mi cometido se vio interrumpido ya que mi chico estaba casi botado sobre la mesa, pero con su trasero en la silla.

—Me duele el trasero y tengo sueño.— Murmuró como si se tratara de un pequeño berrinche.

Caminé hasta él, con una taza de café cargado en mi mano izquierda (así como le gustaba a él) y un plato de tres pancakes en la otra, lo dejé todo en frente de él, antes de que empezara a comer abracé su cintura y George se incorporó para poder abrazarme también. Al tener nuestros rostros cerca podía ver su cara de sueño, junto con ojeras ligeramente marcadas y sus ojitos semi dormilones.

—¿Muy cansado?— Pregunté, él asintió y estiró sus labios hacia mi en forma de pico para que le besara, sin dudarlo lo hice. —¿Entonces por qué te despertaste? Pude haberte llevado el desayuno a la cama.

—No, no quería abusar de lo gentil que es mi príncipe.— Su voz melosa y su nariz pasando por mi rostro en un pequeño juego me hizo soltar un suspiro de satisfacción. —Pero gracias a esto pude saber que cada vez que pasemos una noche juntos me podrás ayudar con el desayuno, porque yo sólo se cocinar galletas.

Sonreí con ligereza, dejando un último beso sobre su frente para al fin desayunar, ese: cada vez que pasemos una noche juntos me hizo pensar cada vez más una decisión que venía tratando de completar desde que nos reencontramos en Londres. Yo no quería pasar noches con él de manera aleatoria, quería pasar todas las noches que siguieran de mi vida con George si es que él me lo permitía.

Cold Dreams [Starrison]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora