XXV

1K 102 384
                                    

George Harrison. 

Dolor, dolor y más dolor. Era lo único que mi cuerpo podía experimentar en esos agonizantes minutos, donde mi mano roja e irritada por el impacto que le causé, ardía como nunca, y sin mencionar lo mucho que mi corazón dolía, no sabría decir si literal o no. Sin embargo, me las arreglé para salir de allí, aun si escuchaba las potentes pisadas de Richard tras de mí seguirme a gran velocidad, pero antes de que pudiera alcanzarme, cerré la puerta con una gran fuerza que hasta a mí me sorprendió.

Salí de ahí mareado, apretando mis puños en las correas de mi desgastada mochila que era probable que se rompiera si seguía ejerciendo esa magnitud de fuerza. Pero no importaba, nunca antes había tenido la cabeza con tantos pensamientos, pues estos venían y se iban por cada segundo que transcurría en mi camino a casa.

Estaba herida hasta la más insignificante fibra de mi ser, dificultando cada vez más lo pasos que daba en la acera, convirtiendo mi caminata en algo totalmente monótono de mi cuerpo, como si de un robot se tratase. ¿Qué haría ahora que el amor de mi vida me había lastimado y dejado solo? ¿Quién estaría todos los días ante mi puerta para ir junto a mí hasta la escuela? ¿Quién me defendería de las personas que sólo quieren daño para mí?

《¡Tú mismo, idiota!》

Oí decir, dejándome en un total desconcierto en medio de un paso de cebra. Mi inconsciente me decía a gritos lo tonto que estaba siendo en estos momentos, pero seguía pensando en lo erróneo que estuvo Richard. Él es quien me está dejando solo y sin nadie en quien apoyarme. Debía estar enojado y triste. Richard se merecería aquella cachetada. 

《Eres un maldito independiente.》

Otra vez lo oí, pero no me espanté, sino me sentí más triste de lo que estaba, mi propia consciencia me estaba traicionando. De una forma extraña y bizarra tenía una disputa conmigo mismo. Sabía que yo no había hecho nada mal, reaccioné de una forma común, tal como cualquiera lo haría.

Llegué a casa sano y salvo, por suerte. No había nadie dentro, algo bueno, ya que no estaba de ánimo para dar explicaciones sobre mis ojos hinchados y mi labio que aún temblaba, como si no hubiera sido suficiente con todo lo que ya había llorado. Sin más subí las escaleras con total lentitud, así pareciéndome más largas e interminables que nunca.

─¡George, maldito! ¡¿Dónde estás?!

Era Paul, quien con solo su voz demostraba una obvia molestia contra mí. No sabía si encontrarle razón a su enojo o no, pues no sabía el contexto de mi lamentable situación. Sin embargo, este a penas me vio corrió hasta mí y me sujetó del brazo con más fuerza de la necesaria, haciendo que inevitables lágrimas volviera a aparecer, quizás por el miedo o por la inestabilidad en la que estaba sometido.

─P-Pa...

─¿Quieres decirme qué mierda fue eso allá? ¿Cómo se te ocurre dejar un ensayo de esa forma? ─Sus palabras salían disparadas de su boca, quizás sin control, pero sólo podía ver sus ojos hazel llenos de molestia.

─Yo... T-Tú no entiendes, ocurrió alg...

─No importa lo que te haya ocurrido, George. Era un ensayo y... ─En ese momento suspiró y su voz se relajó un poco, sonando menos golpeada.─ Quizás exageré, pero estamos tomando esto del patinaje más en serio, debes admitir que ya no es sólo por tu tesis.

─Quizás...

─Debes ser fuerte, George. No todo estará excusado porque algo te ocurrió. Debes aprender a separar ciertas cosas.

Terminó de decir y me abrazó al instante, llevando sus grandes manos hasta mi desordenado cabello para acariciarlo con una lentitud que sólo la calidez de una madre podría otorgarte. Suspiré entre sollozos e hice sorbetes con mi nariz. Mis emociones estaban tan inestables que cada acción y recuerdo me sacaba más y más lágrimas, dejándome con el pensamiento de que me iba a quedar seco.

Cold Dreams [Starrison]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora