XI

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George Harrison.

Habían pasado dos días desde que Richard comenzó a trabajar en mi escuela y debía ser sincero con decir que era bastante incómodo a veces, pero sólo para mí. Cuando juntamos miradas la esquivo con rapidez o sonreímos, lo que era peor porque el hormigueo en todo mi cuerpo era casi insoportable. 

En sus clases todo era muy normal aparte de lo que ya mencioné, no habían tratos especiales conmigo o indicios que pudieran darles a entender a los alumnos que ya me conocía antes con él.

Ah, a excepción de esa ocasión donde me dejó un sándwich con una nota en éste. Ese día había sido estresante en su totalidad, pero al tener tal gesto de su parte mi ánimo mejoró considerablemente, lo que me hizo hasta trabajar mejor.

Ahora mismo iba caminando a unos cuantos metros ya alejado del establecimiento e iba mirando al piso, pensando con que éstos días no había patinado y debía ir sí o sí hoy. Tenía una parte de mi ensayo, pero no lo suficiente para sentirme relajado o algo, así que tenía que ir.

Repentinamente sentí una mano en mi hombro y me giré con miedo, pero relajandome al instante cuando vi los azulinos ojos de Richard. Venía con la respiración un tanto entrecortada, quizás había corrido para alcanzar e irse conmigo... O eso quiero pensar.

─¡George! ¿Te molesta si te acompaño unas cuantas cuadras?

─Claro que no. ─Le sonreí y de mi mochila saqué una botella con agua, para entendersela.─ No vayas a morir, por favor.

─No seas tonto, he vivido cosas peores y aún no he muerto.

Él rió ante su comentario y yo lo imité, pero siendo un risa algo falsa. El recuerdo del otro día en su departamento no se me había borrado, ya que no se me ocurría nada de lo que pudo haberle pasado ese día, ¿quizás el comentario de recién se refería a eso? No lo sé. 

Mi mano de forma inconsciente se fue hasta su cabeza, logrando acariciar su castaña cabellera con algo de lentitud y proceder a hacer lo mismo con su mejilla. Él a su vez me miró con sorpresa, pero con sus cachetitos un tanto rosados, algo sumamente tierno.

Pero segundos después sentí mi nombre en un grito que me dejó congelado; era mi padre. 

─¡George Harrison! ¿Qué cosas tan nefastas haces en público? 

Y lo miré con miedo, a lo que él con agilidad me tomó de mi chaleco y así empujarme dentro del auto y cerrarlo. Miré a Richard a través de la ventana y este parecía no reaccionar del todo, pues se quedó parado allí viendo la escena que mi padre había montado.

Una vez el auto comenzó a acelerar, el ojiazul comenzó a correr detrás siguiendo el auto, pero perdiéndolo de vista cuando mi padre giró en una esquina. 

─Te irá mal, George...

[...]

─¿Qué estabas haciendo?

─¡N-Nada! Tenía algo en su cabello y...

─¡Abres la boca para soltar tales bárbaras mentiras!

Y volvió a abofetear mis mejillas con suma brutalidad. Así llevaba una media hora, habíamos llegado y comenzó preguntándome cosas que no sabía cómo contestar, para finalizar así; golpeándome.

Miré sus ojos que estaban completamente rojos en rabia y me arrepentí al instante, pues me agarró de un mechón de cabello y me levantó la cabeza, haciendo que lo mirara otra vez mientras me aguantaba el dolor que aquello me causaba.

─L-Lo siento...

─¡No te he dado el derecho de mirarme ni mucho menos dirigirme la palabra, maldito asqueroso!

Cold Dreams [Starrison]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora