dieciséis

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Es lamentable ésto. La recibes ahora porque esto contiene mi respuesta. La más sincera y la que considero la mejor, tanto para ti pero, sobre todo para mi, cariño.
No puedo seguir escribiéndote. Eres un chico hermoso y genial, me consta, a muchos la verdad. Por eso, te dejo libre de palabras tontas y escritas por alguien que no vale la pena. Sé feliz con tu novia, que yo, no te sirvo.
Adiós, Harry.

—N.





Había escrito la nota antes de que la última clase terminará, hace minutos salí de la cancha de básquetbol.  Había visto el entrenamiento de Harry, el último porque, sé que después de todo esto, ya no volveré a estar cerca de él. Fueron quizá pocos días los que nos mantuvimos cerca y tuvimos conversaciones profundas y agradables.

Pero, he decidido que ya no más.

No puedo seguir torturándome con su cercanía y la manera en la que sonríe cada vez que me ve, cuando me saluda o cuando escucha algo gracioso de Mark. No quiero continuar por lastimarme con todo eso tan hermoso que posee.

Por eso, he dejado esa última nota, justamente pegada a la puerta de su casillero. Así, cuando el entrenamiento terminará, podría verla. Podría enterarse de la decisión del chico enamorado de otro y que en verdad, no vale nada más que un acercamiento y saludo por amabilidad.

Quizá me vea como amigo pero, seamos sinceros, ¿Quién se vuelve tan pronto amigo de alguien? Casi dos años. Eran los que llevábamos juntos y en las mismas clases pero, apenas y tuvimos contacto, últimamente él estaba cerca y eso, me constaba para ya no seguir.

En muchos momentos anteriores sí lo quería cerca de mi, justo como ahora había estado siendo pero, desde que esa chica apareció, y aún peor, más cerca de él.

Salí sin ser visto.

Antes de que me marchara de verlo entrenar, fui capaz de sonreírle. Él no lo sabía pero, me estaba despidiendo de él de la manera menos dolorosa.

Nos seguiríamos viendo, ambos íbamos al mismo colegio y las mismas clases y eso, se convertiría después de todo en una tortura para mi.

—Me enamoré de ti, Harry... —Susurré, mientras caminaba a pasos lentos por las calles de la ciudad, deteniéndome antes de cruzar la calle— Fuiste el primero y serás el último. Será un largo tiempo para que termine por olvidarte...

Ahora sí, podría ser feliz con la compañía de Natalie que se la pasaba colgada a su brazo, que sonreía junto a ella. Ambos siempre se veían tan felices.

—Tienes el camino libre para siempre.  —Mi vista se nubló, estaba cerca de casa, una calle más y listo. Llegaría para poder tumbarme a mi cama y comenzar a sufrir este fin de semana.

Las lágrimas se derramaron por mis mejillas hasta caer por mi mandíbula y desaparecer hasta el suelo. Abrí la casa y entré, soltando cada sollozo que guarde desde el último minuto.

—Te odio, Harry. —Chille entre medio de un grito— ¡Te odio por enamorarme de ti!

Golpeé la puerta, cerrándose con fuerza detrás de mí. Me lancé a la cama, abrazándome a la almohada.

—Qué patético.

Susurré. Me repredí a mi mismo por estar de esta forma. Por estar así por culpa de Harry, por ese tonto y absurdo rizado que me encantaba cada vez más y, que por supuesto, siempre terminaba habiendo algo que me encantaba, por más pequeño que fuera.

—No debiste dejar que me enamorara de ti...

No quería seguir derramando más lágrimas pero, aquí estaba, sufriendo por una persona que no sabía de mi existencia a como yo quería. Y que nunca lo haría.





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