dieciocho

8 2 0
                                    


Ambos nos encontrábamos tumbados en la cama, con la mirada en el techo mientras repasábamos cada palabra que había salido de nuestros labios, nada más que la verdad. Entre ambos.

Se puso de pie y salió de la habitación, me acomodé de lado un tanto extrañado por eso pero, sabiendo que en cualquier momento volvería conmigo. Pase la sábana por sobre mi cintura, acomodándome de lado y cerrando mis ojos por momentos.

Estaba cansado, aún después de haber dormido desde temprano la noche anterior, toda la noche y gran parte de la mañana. Además, dormí por igual después de que Mark llegó a casa.

¿Por qué seguía sintiéndome cansado?

Seguro y ni es cansancio físico...

—La abuela te envió una caja de galletas recién horneadas. —Susurró cerca de mi, segundos después, siendo la caja dejada frente a mi y su brazo rodeando mi cintura— Cuando le conté que no contestabas las llamadas, por la mañana se levantó temprano y las preparó para ti.

—Tu abuela es muy dulce... —Respondí apenas, con una sonrisa en los labios y mis ojos aún cerrados.

Llevábamos prácticamente toda la tarde tumbados en la cama, no había problema alguno con ello, sobre todo, menos con Mark. Era él quien parecía estar más cómodo aquí.

Me dejé abrazar por él. Su mano y la mía dejaban un pequeño roce, de alguna u otra manera los dos terminamos más pegados al otro. Por mi no sería un problema —aunque un poco incómodo sí— pero, había sido él quién se ofreció a abrazarme de esta manera. No había porque renegar, ¿Verdad?

Hace dos horas recibí una llamada de mis padres, ambos se quedarán en casa de unos amigos a las afueras de la ciudad. Sé que después de todo, no había asistido al trabajo, es decir, son pocas las veces en las que ellos van al trabajo los sábados. El sábado anterior asistieron y habitualmente van al trabajo cada dos sábados e incluso tres.

Fue extraño, la verdad. A mi sólo me importaba que estuvieran bien y pudieran divertirse.

—¿Estás mejor? —Preguntó en un pequeñísimo susurro que me causó una sonrisa acogedora y pequeña.

—Me siento mejor, gracias. —Me removí debajo de su brazo— He pensado desde hace unos días que esta decisión era la mejor... Pero, tampoco me creí capaz que fuera a terminarlo tan pronto... —Suspiré,  soltando todo ese aire caliente y pesado de mi cuerpo.

—Ha sido lo mejor, Noah. No debes de estar te torturando con algo así...

Sentí su nariz colarse por la curvatura de mi cuello y hombro. Me encogí en seguida, ganándose él una pequeña risa de mi parte.

—Da cosquillas... —Me quejé, pero sin tener fuerza para separarlo.

—Lo sé —Se apartó de mi un poco— Debes comer las galletas, están hechas con mucho amor y cariño.

—Me encantaría ser el nieto de tu abuela. Así tendría asegurado comer muchas galletas siempre, de hecho, todas sus especialidades. —Comenté, haciendo que ambos nos acomodaramos en la cama, con nuestras espaldas contra la pared y la caja de galletas sobre mis piernas.

Tomamos una y la disfrutamos. De manera lenta y exquisita.

—Ya tienes asegurado todo eso... —Asentí, sonriente— Siempre que vas a casa de ella conmigo pruebas y comes de todo. También eres como su nieto.

—Tu abuela es grandiosa.

Continuamos comiendo galletas, ambos permaneciendo en silencio por al menos cinco minutos. Tomé mi celular, estaba en silencio y, tenía un mensaje de un número desconocido.







Número desconocido

¿Te encuentras bien?

17:51 pm







Con demasiada confusión, miré a Mark que permanecía aún comiendo galletas. Cuando él sintió mi mirada, las dos pudieron juntarse.

—¿Qué sucede?

Pensé mejor y, negué. Podrían haberse equivocado de número, era algo que habitualmente sucedía. A todos. Nadie lograba ser la excepción.

—Nada...

Continuamos comiendo de las galletas, los dos sabiendo que después podría doler nuestro estómago por comer tanta harina pero, ¿Qué se podía hacer si estaban extremadamente deliciosas? Además de que eran hechas por la abuela de Mark. Imposible negarse a ellas o abandonarlas.

—¿Cómo fue que decidiste escribir las notas?

Quieto, dejando de comer mi galleta, y masticando el pedazo que había mordido, lo miré atento.

—No sé... —Susurré— Creí que sería realmente bueno, por mi cabeza pasó que así podría tener un poco de acercamiento hacia él, aunque fueran sólo por letras, ¿Me explico? —Él asiente— Quería ver si era capaz de hacerlo sonreír, de saber si podría interesarle quién sería esa persona o por lo menos se lo preguntará.

Di un mordisco más a mi galleta, cubriendo mi boca para poder seguir con mi pequeño relato.

—La primera que le dejé no pude mirarlo... —Chasquee mi lengua— Ni siquiera la segunda... —Negué nuevamente— La tercera, si fui capaz, fue en el laboratorio de química, ¿Recuerdas?

Asintió él: —Sí, cuando comencé a sospechar de ti... —Dijo entrecerrando sus ojos, ganándose un golpe de mi parte.

—Algunas veces lograba verlo leer otras de las demás... Muchas veces había una sonrisa en sus labios y, aunque otras era una mueca. Ahora que lo pienso...  —Susurro al darme cuenta de mis propias palabras— Pero aún, no se trataba de mis notas, sino de su estado de humor en el día.

Pudo notar el repentino cambio en mi rostro, una galleta rozó mis labios, haciéndome sonreír ligeramente por ello.

—No siempre se trata de uno mismo... —Dije resignado— Harry seguramente tiene muchas cosas en qué pensar y hacer... Incluso personas. No tengo porque mantenerme centrado en que pensara solamente en mi.

—Tú sabes lo que haces, amigo.

Asentí lentamente comienzo la última galleta entre mis manos, suspire de manera cansada, estaba lleno y ahora con un poco más de sueño.

—Ya no más notas para Harry. —Dije, asintiendo para mi mismo. Recibí una suave palmada en mi espalda por parte de Mark.

No pasó más de un minuto cuando tocaron a la puerta de mi habitación que se encontraba medio abierta, alcé mi mirada.

—¡Harry! —Grité asustado al verlo ahí— ¿C-Cómo entraste? —Pregunté ya de pie a un lado de la cama.

—¿Qué...?

—Hola, Noah. —Sonrió, derritiéndome el corazón— Toque varias veces a la puerta, no respondiste... Así que entré. Deberías de colocar la llave, cualquiera podría entrar.

Su cuerpo ya se asomaba en la habitación, Mark lo miraba de mala manera. Casi queriendo lanzarse a él para golpearlo.

—¿Podemos hablar a solas? —Me miró a mi al preguntar aquello.

Una oleada de nerviosismo me invadió.

—¿Sobre qué?

—Pensándolo bien, ¿Te gustaría salir a tomar algo de helado conmigo o ir a cenar? —Se retractó rápidamente— ¿Podrías dejar que salgamos los dos, Mark?

El rizado lo miró, los ojos avellana de Mark me miraron en seguida.

—Pues... —Esperaba a que yo le dijera algo, no sabía ni que mueca hacer— Sí él quiere por mi está bien...

—¿Noah?

Asentí. Tarde en hacerlo pero, lo hice. Accedí a salir con él, con Harry.





N O T E SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora