veinticuatro

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Los días transcurrieron. Dos exactamente después de ese inesperado momento en el que Harry terminó brindándome ese pequeño cariño cerca de mis labios. Dos días desde que me dejó plasmado y con una estúpida sonrisa en el rostro que no tardó en volverse una mueca y mi mente se convirtió en un escenario de nuevas dudas.

Dos días.

Además de ello, había estado siendo ignorado completamente por él. Sus últimas palabras fueron un "Nos vemos mañana en clases."

¿Dónde mierda había estado estos dos últimos días?

Solamente un par de veces me lo encontré. Él era el cobarde. Porque se mantenía a una distancia demasiado alejada de mi. Lo miraba entre la multitud de estudiantes a la hora en que ingresábamos a clase, en los recesos y a la salida. Solamente así es como lo podía ver.

Me resigne —una vez más— medio cuenta de que realmente no valía la pena. Quería mantener mi dignidad conmigo siempre. Mi orgullo también, también.

Era estúpidamente lamentable que haya caído a sus pies por ese simple acto. Era obvio que se había burlado de mi, usó mis sentimientos de manera "amable" para terminar por atraparme y dejarme caer en seguida con ese último toque.

Una buena jugada.

Por segunda vez, me hice ilusiones fáciles, falsas y, quizá, más dolorosa que la anterior.

—No puedes seguir decaído, Noah. —Alentó mi amigo, dando suaves golpes en mi hombro— Vamos, ¿Quieres ir a comer? Yo invito.

Sonreí de manera débil: —¿Adónde iremos a comer? —Cuestione.

Tenía que quitar mi mala cara que terminaba por ahuyentar a todos y, cargar con la pena que cada uno me tenía al verme así. Mark tenía razón.

—No debes de andar con tu mala cara por toda la calle. —Sonrió— Iremos a comer a donde tú quieras, lindo Noah. Tú decides.

Su brazo terminó pasando por sobre mi hombros, sonreí enternecido por el apoyo que tenía por parte de mi mejor amigo. Uno jamás se equivoca en elegirlos.

Caminábamos con pasos algo lentos para salir del colegio, mientras hablábamos de qué haríamos después de ir a comer. Podríamos ir al cine o simplemente ir a casa —donde era mas cómodo— para ver películas y comer más golosinas.

Al alzar mi mirada, después de bajar esos escalones toscos en el colegio, me encontré con la mirada esmeralda del chico que me había estado evitando los últimos dos días. Mi sonrisa se borró de inmediato, toda pizca de alegría que Mark había puesto en mi con esmero.

—¿Verdad que sí? Sería algo... —Dejé de escucharlo— Oye, andando. Déjalo, no vale la pena.

Me había quedado de pie. Mirándolo a lo lejos, lo notó, él lo hizo pero pareció ignorarlo por completo.

Inevitablemente, me solté bruscamente de la mano de Mark.

—Necesito decirle algo. Ya vengo.

Avise, separándome de él para andar a largas zancadas hacia donde él se encontraba. Un par de chicos de su equipo de básquetbol y la tal chica Natalie —de la cual me confesó era su prima— ella seguía colgada de su brazo como normalmente te la encontrabas siempre.

La mirada castaña de ella me encontró. Pareció sonreírme por un momento, hasta que me miró mejor. Su rostro pasó de alegre a lleno de pánico, dio un apretón fuerte en el brazo del rizado.

Todo fue rápido, él la miró con confusión hasta que me señaló con la mirada. Ahí estaban los dos, mirándome con cierta curiosidad.

—Hola... —Saludó ella.

Pasé de largo, ignorando su saludo. Me centré en mirar fijamente a Harry cuando estuve frente a él, medio metro era el que nos separaba. Podía mirar cada pequeño lunar en su rostro, un par de imperfecciones que le hacían cada vez más hermoso y... Ese no era el asunto aquí.

El nudo en mi garganta, lo hice pasar rápidamente, aclare mi garganta y abrí mis labios.

—Eres un imbécil. —Dije entre dientes— Un maldito y estúpido chico que le importa una mierda todo lo que te rodea.

—¿Qué...?

Su rostro se volteo hacia la izquierda cuando mi mano se estampó con fuerza contra su mejilla. Un sonido sordo, varios suspiros de asombro, su mejilla roja y mi mano ardiendo, fueron lo último de lo que fui capaz de darme cuenta por los siguientes cinco segundos.

—Te dije que hubieras las cosas bien...

Escuché susurrar a su prima.

—Tienes bien merecido ese golpe. —Siguió por decir ella.

Mark me alcanzó corriendo, posandose a mi lado. Lo sentía agitado e impresionado en ese momento.

Una última mirada fue la que le dediqué cuando salimos del colegio, su mirada estaba puesta en mi, sobando aún su mejilla que desde esta distancia se veía realmente roja y con la silueta de mi mano marcada. Negué.

Me había hecho perderme. Fue él el causante.

Fuiste tú quien hizo estallar la bomba, Harry.

N O T E SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora