veintisiete

9 2 0
                                    


Su forma de actuar me había dejado completamente sacado de órbita. Era algo que ni de una ni de otra forma había esperado. Me mataba que haya actuado de esa manera, me dolía más que nada y... Tenía que pensarlo bien.

—¿Eso fue lo que te dijo? —Asentí.

Después de aquello, le avisé a Mark que me quedaría esperándolo fuera del colegio. Cuando su clase terminó, no tardó en hacerme preguntas, entre ellas había unas subidas de tono pero, al ver mi estúpido rostro dolido se detuvo.

—Es un idiota.

—Eso lo sé.

—Tú también...

—Lo sé... —Me detuve para mirarlo— Sí, sí. También soy un idiota por haberme dejado besar por él otra vez y peor aún, por yo besarlo después. —Gruñí.

Me sentía un tanto usado también. Estaba muriendo de pena y molestia.

—Pensé que todo iba a ir bien... —Seguí diciendo— Creí que me daría una buena oportunidad. Creí que...

—Él mismo te confesó cómo era, no del todo, pero te lo advirtió.

Me quejé  por eso, dejé que él abriera la puerta de mi casa, los botes de helado que llevaba en las bolsas, acompañados de varias frituras y sodas, le hizo casi imposible que pudiera abrir la puerta, después de todo, no me molestó en lo absoluto. Es más, lo apresuré hasta que realmente pudo.

De este tipo de momentos constaban mis sonrisas al estar con Mark, siempre que me sentía mal o estaba decaído —sin razón aparente— llegaba él para hacer de las suyas y hacerme sentir bien, tantas sonrisas que lograba sacarme.

Después de unos largos minutos de preparar la comida chatarra que consumiríamos esta tarde y parte de la noche en mi habitación, subimos a esta misma, con platos y varias latas de soda para consumir en demasía.

—¡Esas gomitas son mías! —Me quejé, señalándolas, justo antes de lanzarme a él.

—¡Debes de compartir! 







Y ahora me encontraba decaído —como últimamente— pero ahora con mayor razón y con el nombre y el rostro de la persona en mente que me ocasionaba un mar de lágrimas sin que nadie pudiera impedirlo. Era tan difícil confiar en alguien ahora.

Cada cierto momento alzaba mi cabeza, dando rápidas miradas alrededor, tratando de encontrarlo por algún lado, necesitaba aclarar las cosas, necesitaba hacerle saber completamente todo. Incluso todo aquello que pasaba por mi mente y que me dejaba conciertas dudas.

Había un par de miradas curiosas pero, nada que no sucediera antes cada vez que entraba al colegio.

Rendido, me dirigí a mis clases, esperando a que estas mismas comenzaran pronto para ya no tener que pensar en cosas que me hacían sentirme peor a como ya me encontraba ahora.

Unos minutos después, el timbre sonó, todos ingresaron al salón de clase y con mis manos temblorosas, traté de no centrarme en aquel chico. Cuando ingresó, sentí su mirada sobre mi, aunque mantenía mi mirada hacia el frente, donde estaba el profesor, logré mirarlo no había que dejar pasar desapercibido el hecho de que se sentaba un par de puestos más adelante de mi —cosa que me torturaba más— me sonrió, lo vi. Pensó que lo miraba a él —aunque en cierta parte era así— pero no del todo, tenía que mirar hacia el frente porque el profesor comenzaba a anotar unas cosas en la pizarra.

N O T E SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora