veintidós

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—¡Demonios, Noah, espera! —Gritaba, con su voz agitada mientras yo seguía caminando a pasos apresurados.

Lo ignore totalmente. Cuando llegó a mi lado logré notar que llevaba entre manos las notas. ¿Por qué las llevaba así? ¿Venía a burlarse de mi?

Cómo si pensar en él no fuera suficiente, ahora estaba aquí, practicante invadiendo mi espacio personal. Lo peor era que estaba de vuelta a casa y él venía aquí...

—¿Me vas a ignorar? 

Como si tú no me hubieras estado ignorando desde siempre...

—Bien, estaré a tu lado hasta en que te dignes en hacerme caso.

Dicho eso, siguió caminando a un lado mío, su prescencia me consumía lentamente, me quería matar y sabía perfectamente como hacerlo.

A pasos apresurados, ruidos y pesados, me encontraba yendo directamente a casa, mientras más rápido pudier llegar a casa, más pronto podría deshacerme de Harry. Quería azotarle la puerta contra a cara en cuanto estuviera dentro.

Las ganas de llorar estaban presentes desde el momento en que él mencionó todo aquello, justo cuando me indicó con su silencio que nada de esto parecía importarle en lo absoluto. No era algo nuevo en este mundo el no ser correspondido, tampoco sería yo nunca la primer persona que sería rechazada, de la mejor ni de la peor manera en este  momento.

Estando a un par de calles de mi casa, mi celular comienza a vibrar repetidas veces.

—¿No piensas responder? —Pregunta.

Con mi mano dentro de mi bolsillo, lo tomo para tomar la llamada.

¡Noah! ... —Corto en seguida sus palabras.

Mierda, Mark. No estoy de humor ahora... Necesito deshacerme de un jodido problema. —Reclamo, mirando de reojo a Harry.

—¿Ahora soy un problema? —Insiste— ¿Después de que te gusto soy un jodido problema para ti? —Cuestiona a un lado mío.

¿Qué sucede, Noah? 

Es lo último que escucho antes de colgar la llamada y guardar mi celular en mi bolsillo de mis pantalones. Suspiré, estaba cansado de esto, sin mencionar que apenas estaba siendo muy poco.

—Aléjate ya. Déjame en paz. —Dije con todo el dolor en mi pecho retummbando con fuerza— Todo me ha quedado claro, puedes lárgarte a tu casa de una buena vez, que yo contigo no quiero hablar de nada.

Saqué las llaves de casa, preparándome para abrir rápido apenas estuviera cerca de la puerta, sabiendo que el rizado me había seguido, y seguía pisándome los talones. Sus pasos se escuchaban, casi retumbando en mis oídos, su aldita decisión de querer estar aquí, mi pensar ahora era de otra forma, lo quería lejos, lo más lejos posible.

—Hablaremos sólo por un momento... 

—No, vete. —Murmuré. Comencé a entrar en pánico cuando los pasos dentor de la casa se escucharon.

Mamá estaba en casa y seguramente, papá también lo estaba. Se terminaría empeorando.

Empecé por empujar a Harry para que saliera de una buena vez de mí casa, sabía perfectamente que si no quería hablar con él, mucho menos lo quería dentro de mi casa, haría que me derrumbe en seguida, que colapse ante el maldito dolor que se estaba propagando cada vez más por mi pecho. 

Era imposible el querer sacarlo de casa, sabiendo la fuerza que tenía a causa del deporte que prácticaba la mayoría del tiempo. Era más fuerte que yo.

—Noah, has llegado. Pensé que llegarías en unos minutos más... —Se detuvo al ver que alguien más se encontraba dentro de casa.

Dejé de empujarle, mamá ya lo había visto y diría...

—Oh, no sabía que venías con visitia. —Sonrió. Le sonrió a Harry.

Golpe bajo mamá.

—¿Gustas un comer con nosotros? La comida ya está casi lista...

—Mamá, él ya se va tiene que...

—Claro, me encantaría comer con ustedes, sino es mucha la molestia, por supuesto. 

Ambos me miraron, ahora sólo podía maldecir a los mil vientos por este merecido tan malo que me estaba dando la jodida vida.

—Cierra  la puerta, cariño y ve a lavarte las manos. —Se dirigió a mi— Y acompaña a...

—Harry.

—Sí, a Harry a que también lave sus manos. —Sonrió mamá.

¿Por qué se estaba comportando ahora demasiado amable y cariñosa?

Me limité a responder algo al respecto a las palabras que mamá había dado anteriormente.  Con aún mi mochila en mi hombro subí hasta mi habitación, seguido por él.

Una vez en el segundo piso, antes de entrar a mi habitación, señalé hacia la puerta donde se encontraba el baño extra. 

—Por allá está el baño. 

Entré a mi habitación, entrecerrando la puerta al entrar, lancé mi mochila en mi cama y entré a mi baño.

Me derrumbé. Pequeñas lágrimas bajaron por mis mejillas, los sollozos se ahogaron en cuanto dejé que el agua del grifo comenzara a correr, amortiguando cada ruido ahí, excepto el del agua yendose.

El espejo me mostraba a una persona débil y rota. Un grito se ahogó en mi garganta, ese sentimiento de dolor seguía mostrándose ahí, estaba presente y, dolía. Me estaba jodiendo demasiado.

—No vale la pena llorar por alguien que no lo vale... —Susurré para mi mismo.

Me mire una última vez, tome agua entre mis manos y la eché en mi rostro. Lo sentí refrescarse, mis ojos ardieron por un pequeño momento. Una última vez me miré en el espejo, mis ojos estaban ligeramente rojos, ardiendo más mi pecho.

Minutos después salí de mi habitación, prácticamente con la intención de llegar a la cocina para poder comer.

—Lamento todo esto, Noah. —Su mano quedó en mi hombro, deteniéndome— De verdad necesito hablar contigo, es algo serio y quiero que las cosas queden claras entre los dos. —Dijo— ¿Lo aceptas después de la comida que ha preparado tu linda madre?

—Ya qué. —Respondí— Tendrás que ser rápido, porque tengo que hacer mis tareas.

Bajé rápido, ya no estando dispuesto a volver hablar una sola vez con él en los próximos veinte o treinta minutos.

N O T E SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora