Capítulo tres

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El sonido del timbre al entrar en la pastelería es ensorcededor. Me dirijo directamente detrás del mostrador, me coloco el delantal y comienzo mi trabajo. Todas las camareras me conocen, y los pasteleros incluso me dejan hacer de vez en cuando algunos pasteles. El establecimiento se encuentra en el centro de Londres, por lo que siempre está lleno. Fuera está empezando a llover, y observo como las personas entran corriendo y se sientan, a la espera de que les atiendan.

- ¡En marcha Sofía, hoy tenemos mucho trabajo! - Dice una voz detrás mía.

Empiezo a trabajar. Sirvo un par de cafés a unas señoras que están sentadas en una esquina y un pastel a un hombre leyendo el periódico. Todo funciona perfectamente, por lo que decido tomarme un descanso. Me dispongo a servir el último pedido, pero no soy capaz. De repente esa sensación de mareo me invade, y lo veo todo borroso.

Después de lo que parece una eternidad me repongo del incidente. Me doy cuenta de que le he tirado el café a un chico.

- ¡ Lo siento muchísimo! - Digo con un poco de nerviosismo en mi voz.

- No pasa nada - responde él con total tranquilidad. - ¿ Estás bien?

- Sí, sí, muchas gracias.

Me aparto rápidamente y regreso avergonzada a trabajar. Por fin termino, y me dispongo a salir cuando escucho una voz detrás de mí:

- Por cierto, me llamo Lucas. - Es el chico del café. Todavía tiene la camiseta mojada, y eso hace que se le marquen todos sus músculos.

- Soy Sofía - respondo - por cierto, siento mucho haberte manchado, no pretendía...

- Oh, no pasa nada - dice interrumpiéndome - encantado de conocerte Sofía.

Esboza una tímida sonrisa y se aleja por la puerta. Aún me siento un poco mareada por el incidente de antes, por lo que me voy a mi casa a descansar un rato.

Al llegar allí encuentro a mi abuela tejiendo un jersey de lana. Es incomprensible, pues estamos en pleno verano y hace un calor tremendo. La saludo y vuelvo a mi habitación.

Una vez allí me dirijo a la mesa que tengo y saco un bloc de dibujo. Voy pasando lentamente las páginas observando los dibujos que tengo hasta que encuentro una que está vacía y comienzo a dibujar.

Todos los dibujos que hago son del pasado, de castillos preciosos y coches de caballos. Me resulta raro ya que odio esa parte de la historia, en clase suspendí el examen que hicimos.

A mitad del dibujo, cuando me dispongo a colorearlo, siento de nuevo esos mareos que me producen un terrible dolor de cabeza. Me lleva pasando esto desde hace unos meses, justo después de la muerte de mi madre.

Las dos vidas de esa chicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora