Capítulo nueve

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Abro los ojos. Estoy tumbada en mi cama, con el pijama puesto. Miro el reloj que tengo en la mesilla de noche. 7:29. Un minuto. Un minuto para despertarme. Un minuto para volver a la realidad. Y la realidad es que según mi abuela vivo en dos mundos distintos, el pasado y el presente. Y de repente recuerdo algo. Tengo que ir al baile de esta noche. ¿Tengo que ir al baile de esta noche? ¿Qué baile? Pasado. Un baile en un palacio.

Empiezo a creer a mi abuela.

El estruendoso ruido del despertador retumba por toda la habitación. Esto hace que salga de mis ensoñaciones. Me levanto a regañadientes y voy a la ducha. Me siento muy cansada. Pero el agua fría me despierta más.

Cuando acabo me visto con unos pantalones vaqueros cortos y una camiseta con el logo de la universidad de Londres. Me la dieron en una excursión que hice con el colegio. Es bastante bonita. Bajo a la cocina y desayuno.

-         Buenos días – dice mi abuela apareciendo detrás de mí.

-         Buenos días – respondo yo sin mucho entusiasmo. – Eh, abuela… Creo que te debo una disculpa. Por… Lo del pasado. Al principio no me lo creí, pero estoy empezando a pensar que es verdad.

-         ¿Has recordado algo?

-         Sí, bueno, es que… Algo de un baile… Creo. No estoy segura. Una pregunta abuela. Como mamá está en el pasado, ¿Puede ser que sea mi madre? Me refiero, que, a ver, bueno eso.

-         Sí, es tu madre cariño – me dice con ternura. – Probablemente cuando vuelvas de nuevo al pasado te acuerdes de esto.

-         Lo entiendo. Bueno, abuela, tengo que irme a trabajar, te veo luego.

Le doy un beso y me dirijo al garaje. Cojo la bici  y voy a la pastelería. Mientras recorro las calles de la ciudad voy pensando en que tarde o temprano tendré que elegir una época. Aquí lo tengo todo, menos a mi madre, y allí… Allí también lo tengo todo, o eso creo. Tengo una madre, un padre, y si no recuerdo mal, creo que también tengo un hermano. Dejo de pensar en todo esto cuando llego a la pastelería.

Llego a la puerta, pero veo un cartel de cerrado. Qué raro. ¡Pues claro! Hoy es sábado. Qué tonta soy. Bueno, no tengo nada que hacer, la verdad, así que voy al parque.

Antes de ir paso por mi casa a coger un sándwich de jamón y queso y una Coca-cola Light. Los pongo en la cestita de mimbre que siempre llevo colgada a la bici y me voy al parque.

Ya es la una de la tarde. Aparco la bicicleta en la entrada del parque y voy caminando hasta que llego a mi sitio preferido. Está debajo de un sauce con vistas a un enorme lago. Me tumbo allí y me relajo. Cierro los ojos. Escucho el canto de los pájaros. Sólo se escucha ese sonido, y el del agua del lago.

-         ¿Hoy no trabajas? – dice una voz. Me resulta un tanto familiar, pero no llego a reconocerla.

-         No, hoy es sábado – comento algo molesta, pues me ha arruinado mi momento de tranquilidad. Abro los ojos y… - ¡Lucas! ¿Qué haces aquí?

-         Bueno, es sábado, y ya he terminado el entrenamiento de hoy.

-         Qué bien.- No sé que contestarle, así que, inconscientemente me quedo mirándole. Creo que ha dicho algo, pero no me he enterado. - ¿Perdón?

-         Decía que me tengo que ir ya, pero que podemos quedar otro día. Llámame si te aburres – y con una sonrisa se marcha.

-         Claro. – Respondo yo como una tonta.¡No tengo ni su número!

En fin. Ahora vuelvo a estar sola. Me ruge el estómago. Me incorporo en el tronco del árbol. Me tomo el bocadillo y vuelvo a tumbarme en la hierba. Me siento cansada. No, cansada no. Mareada.

Las dos vidas de esa chicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora