Capítulo diecisiete

62 7 6
                                    

Abro los ojos. Un inmenso dolor recorre mi cabeza, mi espalda, básicamente todo mi cuerpo. Se ve que ir andando por la calle y de repente desmayarte en mitad de la acera solo me pasa a mí. Y lo que viene ahora, también solamente me puede pasar a mí.

-         ¿Sofía? ¿Estás bien? – Es Lucas. Me tiende una mano y me ayuda a levantarme.

-         Sí, gracias – Está con una chica con el pelo corto y rubio de ojos verdosos, y, que para el frío que hace, va demasiado fresca. – Oye, ¿Tú quién eres?

-         Eh, soy Andrea, su novia, ¿Y tú quién eres? – No se suelta de la mano de Lucas, será…

-         Soy Sofía, su… Bueno, la verdad, pensaba que le gustaba a tu novio, ya que hoy en la barbacoa que han celebrado sus padres, en la que por cierto, no te he visto, me ha besado.

No me lo puedo creer. ¿Por qué? ¿Qué he hecho yo para que un tío como Lucas, tan guapo, simpático y gracioso me haga pensar que le gusto y luego me lo encuentre agarrado de la mano dando un paseo romántico con esa tal Andrea?

Lo primero que se me pasa por la mente es salir de ahí en cuanto pueda, largarme, olvidarme de Lucas para siempre y ya está. Pero, como siempre, mi mente sensata no está de acuerdo con mi mente insensata. Así que, con lágrimas en los ojos, y deseando poder desmayarme y cambiar de época, me acerco un poco más a Lucas y le pego una torta.

Se lleva la mano a la mejilla, espero que le haya dolido bastante y que le salga un moratón o algo por el estilo. Después de eso me doy la vuelta y echo a correr calle abajo.

¿Por qué mi vida tenía que ser una completa mierda? Encuentro a un chico que me gusta, que va al mismo instituto que yo, que es guapísimo y además súper amable y resulta que tiene novia.

Sigo corriendo hasta que me quedo sin aire y no puedo más. Por suerte he llegado a mi casa.

Entro, sin que mi abuela se dé cuenta de que he llegado, pues no quiero que se preocupe y subo a mi habitación.

Me tumbo en la cama y me quedo mirando el póster que tengo de divergente un largo rato, deseando poder estar ahí, y ser Tris y tener a un chico como cuatro. Sin darme cuenta, mis párpados, poco a poco se van cerrando, lentamente, y me voy quedando dormida.

                                               …

Cuando despierto veo que todavía es de noche. Miro el reloj y veo que son las cinco de la mañana. Me he quedado dormida mientras lloraba. Me quito la ropa que llevo puesta y me meto en la ducha.

Me quedo ahí, sin pensar en nada, con el agua caliente cayéndome por la espalda un largo rato. Cuando salgo me envuelvo en una suave toalla y voy a mi armario a ponerme algo de ropa.

Decido coger una camiseta negra de manga larga y unos vaqueros, pues hace bastante frío para ser septiembre. Y ya sé por qué tengo tanto frío. De alguna manera la ventana se ha abierto de par en par, dejando entrar todo el frío de la noche a mi cuarto.

Me siento en mi cama y me quedo ahí, sin pensar en nada, sin mirar a ningún sitio en concreto, sin hacer absolutamente nada. Pero de repente mi estómago emite un extraño rugido. Me muero de hambre.

Bajo las escaleras con cuidado de no hacer mucho ruido para no despertar a mi abuela y llego a la cocina. Decido prepararme una tostada con mantequilla y un vaso de leche caliente. Después de tomármelo, como no tengo otra cosa que hacer me quedo en el salón viendo la tele.

Están poniendo uno de esos programas de vestidos de bodas. La chica que lo va a comprar es bastante indecisa, no sabe si comprarse uno u otro. Al final la madre le regala los dos vestidos de novia. Apago la tele. No estoy de humor. Lo único que me apetece es llorar por lo injusta que es mi vida y no hacer nada en todo el día. Pero no puedo dejar que un tío como Lucas me arruine lo que me queda de verano, que son unos cinco días, la verdad.

- Buenos días Sofía – dice mi abuela detrás de mí.

Pego un salto, pues me ha dado un buen susto.

-         Buenos días – contesto, al fin.

-         ¿Quieres desayunar?

-         No, he desayunado antes, me voy a ir a la pastelería a trabajar. Adiós abuela.

Le doy un beso y salgo por la puerta. Para mi desgracia, está lloviendo a cántaros, por lo que no puedo ir en bici ni andando. Tendré que coger el autobús.

Corro hasta la parada y me refugio ahí. Después de unos veinte minutos el autobús llega. Me subo rápidamente y me siento al lado de una señora que está leyendo el periódico.

Observo por el cristal de la ventana las calles de Londres. No hay muchas personas fuera, pero algunas están saliendo de sus casas para ir a trabajar, otras caminan tranquilamente.

Por fin llego a la pastelería. Abro la puerta y un dulce aroma a pan recién horneado invade la estancia. Me pongo el delantal y saludo a las camareras. Todo es perfecto, he conseguido olvidarme de Lucas, ya no llueve tanto y dentro de la pastelería hay un ambiente estupendo.

Pero eso se acaba. Un chico con el pelo alborotado entra por la puerta. Se sienta solo en una mesa y se pone a mirar el móvil. Mierda. Es él. No, no, mierda, mierda.

Sigo con mi trabajo. No le hago caso. Parece que no se ha dado cuenta de que estoy aquí, menos mal.

-         Sofía, ese chico quiere que vayas tú a atenderla – me dice Sandra, una de las camareras.

-         ¿No puede ir otra persona? – Pregunto, deseando que me diga que sí, porque lo último que quiero ahora es tener que hablar con Lucas.

-         Es que me ha pedido por favor que seas tú.

Mierda. Camino con paso decidido hacia donde está él. Parece que no se ha dado cuenta de que estoy ahí, porque sigue mirando el móvil.

Pego un portazo en la mesa. Eso hace que se sobresalte y deje el móvil. Sonrío con suficiencia sin que se dé cuenta.

-         ¿Qué quieres? – pregunto de la forma más antipática posible.

-         Sofía, ¿Podemos hablar?

-         No, no hay nada de que hablar, ahora dime que quieres.

-         Hablar contigo por favor – insiste.

-         Mira Lucas, ya me lo dijiste todo anoche, estás con esa chica… Andrea. Me parece muy bien. Que te vaya bien la vida.

-         Déjame explicarme por favor.

-         ¡No hay nada que explicar! – Grito – ¡Me mentiste! ¡Me hiciste pensar que te gustaba y luego apareciste con una chica!

-         Iba a cortar con ella, de verdad, es solo que…

-         Lucas, ¿Sabes qué? Déjalo. No vale la pena que te inventes una excusa. No pienso perdonarte. Y ojala tengas suerte y te vuelvas a Australia con los canguros.

No dejo que conteste, simplemente me doy la vuelta dispuesta a atender a otros clientes.

-         Te quiero a ti, Sofía.

Giro en su dirección. Camino de nuevo hacia su mesa, y por su rostro se asoma una leve sonrisa de satisfacción al ver que vuelvo a él.

Y hago lo que debí hacer ayer. Le pego un puñetazo. En la otra mejilla.

-         ¡Vete a la mierda! ¡Y por favor, no vuelvas a acercarte a mi en tu vida!

-          Vale – dice casi en un susurro.

Se marcha rápidamente del local. Menos mal. Me intento tranquilizar. De repente me doy cuenta de que todos en la pastelería me están mirando. Creo que he gritado demasiado. Pero no me importa. No en este momento. Corro y me siento en una silla. Recuesto la cabeza en una mesa y cierros los ojos.

Sonrío al saber que veré a Tobias. O eso espero.

Holaa!!

Qué os ha parecido este capítulo?? Os sigue gustando Lucas? Qué pensais que pasará con Sofía y Tobias? Espero que os haya gustado este capítulo!

Hasta mañana!!.

Las dos vidas de esa chicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora