Capítulo veintiuno

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Estoy haciendo la maleta para ir mañana a la academia. Cuando mi madre murió, bueno, se cambió de época, mi abuela y yo decidimos que me internaría en una academia para que ella estuviera más tranquila.

Una maleta de color roja se extiende por toda mi cama. He metido casi todo mi armario ahí dentro, aunque no me va a servir de mucho porque llevamos uniforme. Esta tarde dormiré en casa de Lucía, mi mejor amiga y mañana sus padres nos llevarán al internado.

Voy a añorar mi habitación. Ahora está vacía. Todos mis pósters y mis cosas están en la maleta.

Como pesa demasiado, tiro el equipaje por las escaleras y baja deslizándose por ellas hasta caer al suelo del revés. Llego hasta ella y la pongo en pie. Luego vuelvo a subir y me doy una ducha.

Me lavo tranquilamente el pelo, me lo seco, lo plancho, y luego me pongo lo único que he dejado en el armario. Unos vaqueros degradados y una blusa blanca. Me adorno el cuello con un bonito collar y las muñecas con diversas pulseras. Por último me pongo mis Vans negras, que son muy cómodas y vuelvo a bajar.

Me llega un mensaje de Lucía:

Ya estamos. Abre la puerta.

 

Le doy un fuerte abrazo a mi abuela y me despido de ella.

-         Te voy a echar mucho de menos – me dice

-         Y yo a ti abuela – vuelvo a abrazarla.

Me meto en el coche con Lucía. Hacía mucho tiempo que no la veía, prácticamente no la he visto en todo el verano.

Le doy un abrazo y nos ponemos a hablar.

-         ¿Tienes ganas? – pregunta.

-         No – respondo - ¿Y tú?

-         Bueno, tengo ganas de volver a ver a Justin, ya sabes… - A Lucía le gustaba Justin desde hacía tiempo, y habían salido el año pasado durante los primeros meses de clase, pero lo dejaron, aunque a ella le sigue gustando, y si no me equivoco a él también. – Y he oído que va a venir un chico nuevo. Creo que se llama Lucas, no estoy segura…

-         Respecto a eso… - comienzo. Ella me mira con una pervertida mirada - Lo he conocido. Vive aquí. Pero no es que hayamos tenido muy buen comienzo que digamos.

-         Luego me lo cuentas todo – dice – esta noche.

La casa de Lucía estaba en medio del campo. Tenía dos casas, un piso en la ciudad y luego esta casa en el campo. Sus padres eran bastante ricos. Y ella, bueno, ella era la típica chica popular a la que todos los chicos quieren, rubia, de ojos verdosos, pelo muy largo y era muy guapa.

Pero también era una persona estupenda. Y mi mejor amiga. Nos conocíamos desde pequeñas, y ella fue quien me dio la idea de ir al internado.

Por fin llegamos. Había ido a esta casa un millón de veces pero siempre me impresionaba. Tenía un inmenso jardín con una preciosa piscina, y la casa tenía dos plantas. En la inferior estaban su enorme cocina y el salón y arriba estaban los cuartos y baños.

Vamos a su cuarto. Es precioso y enorme. Dejo la maleta en un lado de la habitación y ambas nos sentamos en su cama.

-         Bueno – empieza – cuéntame que es eso de que no has tenido muy buen comienzo con el chico nuevo.

-         Pues… - Le cuento todo, desde el primer día que vino a la pastelería hasta el otro día cuando le dije que no podíamos estar juntos.

Las dos vidas de esa chicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora