Capítulo veintidós

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- Buenos días princesa - susurra Tobias en mi oído.

No sé cómo ha llegado hasta aquí, pero está tumbado en mi cama, mirándome con una amplia sonrisa. Yo le sonrío, y nos fundimos en un dulce beso.

De repente me doy cuenta de que no llevo puesto el pijama. Y él tampoco. Dios, está tan bueno...

- ¿Disfrutaste anoche? - Pregunta con una pícara sonrisa.

Me despierto de un salto.

Vaya sueño. Vaya mente más sucia. Pero la verdad es que Tobias estaba buenísimo. Despejo mi mente de los pensamientos inapropiados y me pongo a pensar en lo que tengo que hacer hoy.

Ya es de día, no estoy segura de que hora es, pero no pueden ser más de las nueve de la mañana.

Miro el reloj de pared que hay al lado del espejo. Efectivamente no son más de las nueve. 8:32. Me levanto y me dirijo al armario. Me encantaría ponerme uno de esos preciosos vestidos que hay dentro, pero desafortunadamente tengo que llevar ese uniforme de criada que me han dado.

Me lo pongo, me recojo el pelo, dejando unos mechones sueltos y me pongo unos tacones negros, pero sin demasiado tacón.

Abro la puerta y salgo al pasillo. Hay muchas puertas, me pregunto cuál será la suya. Bajo las escaleras y entro en la cocina. Me encuentro a mi madre y al chef cocinando un montón de cosas. Huevos revueltos, bacon, tostadas, alubias, frambuesas, fresas, salchichas y muchas más cosas. Dios, como come esta gente.

- Buenos días - dice mi madre - estamos a punto de servir el desayuno.

- Buenos días - contesto yo.

- Llegas tarde - dice el chef

Eso me debería haber molestado, pero no, el chef me parece un hombre simpático, así que, digo:

- ¿Cómo te llamas?

- Paul.

- Buenos días, Paul.

- Para ti, soy el chef - replica.

- Vale Paul.

- En fin - dice, con un resoplido - vamos a servir el desayuno.

Llevo una bandeja con un montón de huevos, salchichas y demás. Entro al salón y encuentro a Tobias sonriendo. Reprimo yo también una sonrisa, aunque no puedo evitar acordarme de mi sueño.

Deposito la bandeja y vuelvo a la cocina con otra bandeja. Cuando ya las hemos llevado todas Paul nos dice que desayunemos. Han preparado comida de sobra, así que no la hemos llevado toda y la que se ha quedado es para nosotros. Mi hermano y mi padre se nos unen en el desayuno.

Después de esto me cambio de ropa, me pongo un vestido y salgo a pasear por los jardines. Hace un día estupendo. Voy hasta la fuente donde estuve con Tobias, y me quedo sentada un rato.

Después se me ocurre una idea. Voy a ir a casa de Carla. Salgo del palacio y voy caminando. Paso por mi antigua casa, ahora deshabitada, esperando a ser comprada por alguien, y continúo. Me desvío y voy a la panadería a saludar al repostero y a algunas amigas que tengo que también trabajan ahí.

Luego sigo hasta llegar a casa de Carla. Al verme, dice:

- Uau, qué elegante. ¿A dónde vas?

- Pues, mi madre está trabajando como cocinera en el palacio real, y yo también, y estamos viviendo allí.

Carla se queda de piedra.

Las dos vidas de esa chicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora