Cuando finalizo de leer el libro me marcho a repartir las barras de pan. por toda la ciudad. Debo hacer esto para que podamos tener más dinero con el que sobrevivir. Voy caminando por todas las aceras, entrando en las casas y depositando el pan dentro. Únicamente las personas de la alta sociedad pueden disponer de tanta cantidad de comestibles, por lo que aquellas que no son de la clase alta no suelen encargar pan.
Cruzo el barrio donde vivo y me dirijo directamente al castillo, donde la reina está organizando un baile y ha encargado enormes cantidades de suministros, ya que toda la ciudad ha sido invitada.
Cuando llego, un guarda con traje rojo y sombrero negro me impide pasar, pero le digo que solamente he venido a traer el pan. El hombre asiente y me observa con repugnancia, como si fuera inferior a él. Me alejo y voy paseando por los inmensos jardines del palacio, donde veo a los jardineros podando las plantas para la celebración que tendrá lugar en un par de noches. Todos me saludan y esbozan una sonrisa al verme.
Por fin llego a la entrada y llamo a la puerta. Un señor bastante alto y vestido muy elegantemente me invita a entrar. Me siento un poco incómoda, ya que voy vestida con telas sucias y harapientas, y las personas que pasan por ahí visten trajes de gala y vestidos muy sofisticados.
El mayordomo me conduce hacia una sala que debe ser la cocina y me indica que deposite el pan allí. Hago lo que me pide. Cuando termino me quedo un instante observando todo aquello: Enormes encimeras de mármol llenas de manjares exquisitos y cocineras yendo de un lado para otro con bandejas de pasteles que desprenden un aroma delicioso. Me imagino como tiene que ser la vida allí. Todo el día descansando, siempre limpios y con trajes de seda. Me doy la vuelta y tropiezo accidentalmente con un muchacho.
- ¡Lo siento! Ha sido un accidente - comento con la voz entrecortada.
- No pasa nada, ha sido culpa mía - responde con una amplia sonrisa - ¿Te encuentras bien?
- Sí, gracias.
Me alejo de la cocina y. voy directamente a la salida. Una vez allí corro por los jardines, cierro los ojos y huelo los olores que desprenden todas esas flores. Me imagino que soy un pájaro, libre, y que podré pasar allí descansando el resto del día. Pero desafortunadamente no es así, por lo que abro los ojos y me alejo hasta perder de vista el palacio.
Sigo repartiendo barras de pan en las viviendas hasta que se pone el.sol. Al llegar a casa veo que mi madre está allí, preparandl la cena junto a mi hermano.
- Sofía, ve a lavarte y luego baja a cenar, que tu padre llegará pronto - me dice mi madre con una sonrisa.
Mi casa no tiene uno de esos baños tan grandes y lujosos. No, yo tengo una pequeña habitación en la que hay un barreño con agua congelada. Pero no necesito nada más. Me desvisto y meto las piernas en el agua muy despacio. Al instante las saco. Está demasiado fría. Vuelvo a meterme. Poco a poco me sumerjo y me froto la suciedad con el jabón.
Mientras tanto, repaso los sucesos ocurridos en el día de hoy. Recuerdo la sensación de mareo y la mirada de aquel mayordomo, pero sobre todo recuerdo a aquel chico. Probablemente fuera el hijo de la reina. Era tan... Oh no, otra vez no.
Y de repente esa sensación de mareo se apoderó de mí.
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Las dos vidas de esa chica
RomanceSofía solía llevar una vida normal y corriente, como todo el mundo.Tras la muerte de su madre, se convertirá en una persona un tanto peculiar, y descubrirá el secreto que oculta su familia, y que ha provocado la muerte de su madre. Londres en dos é...