Ahí (1)

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Wonwoo despertó con los suaves golpeteos en el piso de abajo. Todos los demás deberían de estar dormidos, o eso pensó al ver la hora; 8:30 del día, en un domingo. Suspiró con fuerza sentándose sobre la cama, mirando directo al rincón de su habitación y pensando seriamente en si ponerse de pie o volver a dormir, y así pasó tres minutos hasta que dio un salto lejos del colchón, dando cuatro torpes pasos hacia la puerta.

Bostezó sosteniéndose del marco, dando una furtiva mirada al solitario pasillo, todas las puertas cerradas, la de Woozi dando pequeños azotones gracias al viento. Limpió su rostro y caminó perezosamente hasta las escaleras, dejado caer su pie derecho, estando descalzo y en pijama no se sentía con tantos ánimos de estar fuera de la cama, hacia un poco de frio, de hecho, hacía mucho frio.

Llegó hasta la cocina, abriendo un cajón y buscando una taza, concentrándose aun en esos pequeños ruidos que no provenían ni de sala ni de la cocina, tampoco de aquel pequeño espacio de la puerta principal, mucho menos de afuera. Por un momento se detuvo en seco, quedándose estático frente a la mesa. Su oído se agudizó, intentando descifrar los pequeños golpeteos y hasta risas y murmullos, se volvieron tan fuertes que era imposible pensar que lo estuviera imaginando y nada de ellos se escuchaba como Woozi o Hoshi, o Jun y Minghao. Respiró profundo con el corazón vuelto un puño y caminó despacio hasta salir de la cocina.

Los ruidos lo guiaron por el pasillo, hasta aquella puerta entreabierta que llevaba a escaleras descendentes. Se detuvo frente a ella, mirándola de arriba abajo con cierto rechazo, una vieja herida aún abierta. Se mordió los labios con el corazón vuelto loco, palpitando mil veces por segundo. Empujó la vieja madera, encontrándose con ese camino que lo incitaba a bajar hasta la segunda puerta, el foco encendido con luz amarilla iluminando apenas la entrada.

Suspiró largamente, torciendo los labios decidiendo por fin bajar, convenciéndose de que ya no había nada a que temerle, que ya todo estaba resuelto y solo quedaban malas situaciones del pasado.

"Cálmate Wonwoo" se dijo a si mismo en cada escalón. "Ya no hay nada"

Abrió la segunda puerta con cuidado, observando ese pequeño pasillo con puertas alrededor, los sonidos siendo más fuertes en la habitación de Jeonghan. Se detuvo frente a la madera vieja, dándoles un pequeño vistazo a las demás, especialmente a la que estaba al final del pasillo, cerrada. Esperó de pie, intentando convencerse de que solo lo estaba imaginando.

Escuchó una clara risa en la habitación y no esperó más.

Casi da un salto y grita cuando encuentra una pequeña junta en la habitación, chicos jóvenes que jamás habia visto antes se levantan disparados y sueltan un grito de sorpresa. Wonwoo Bloquea la puerta por mero instinto. O quizas porque se quedó congelado al ver las velas y el aparente ritual que estaban llevando a cabo con una rata en el centro, sobre lo que parece ser un tablero Ouija. Los pasos por las escaleras se escuchan fuertes, varios bajando con prisa e incluso llegando hasta el sótano.

—¡¿Quién demonios son?!— Grita si pensarlo bien, pateando a uno quien intenta escabullirse a su lado, mandándolo de regreso a donde estaba. —¿Qué hacen aquí? ¿Quién los dejó entrar? ¿Cómo entraron? ¿de dónde sacaron la rata?

—Nosotros...— Uno de ellos tartamudeó.

—¿Por qué gritas tanto?— Woozi llegó justo detrás de Wonwoo, deteniéndose de inmediato al ver a los cuatro chicos en el cuarto. —¿Qué haces secuestrando chicos en la habitación de Jeonghan?

—¿no los conoces? ¿no son amigos tuyo?

—No, se ven muy estúpidos como para ser amigos míos.

Ellos [Seventeen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora